La autora Yasmina Reza conversará
con Xavier Albertí sobre el conjunto de su obra, el jueves 20 de abril, a las
18.00 horas, en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona.
"Me pregunto si no hay un
montón de creencias bobas alrededor de la educación superior. Nunca he conocido
a nadie que por ser hábil con los logaritmos y otras formas de poesía fuera más
ducho lavando platos o zurciendo calcetines. He leído todo lo que he podido y
me niego a "admitir impedimentos" para amar los libros; asimismo, he
conocido a muchas personas buenas y razonables echadas a perder por un exceso
de letra impresa. Por otro lado, leer sonetos siempre me ha provocado
hipo". [...]
Con estas palabras se inicia la novela y a partir de
ellas entramos en un mundo único y lleno de encanto, donde el tiempo se ha
detenido: estamos en la segunda década del siglo XX, en unos Estados Unidos
todavía rurales y de paisajes idílicos, donde conviven los viejos carromatos y
los novísimos automóviles.
EL AUTOR:
Christopher Morley
Christopher Morley(1890-1957) nació en Haverford,
Pensilvania, y estudió en Haverford College, donde su padre trabajaba
como profesor de matemáticas. Posteriormente, se matricularía en la
universidad inglesa de Oxford para estudiar historia moderna durante
tres años (época que contaría en su novela autobiográfica de 1931 John Mistletoe, y, en parte, en Kathleen).
En 1913, de vuelta en Estados Unidos, se instaló en Nueva York y
comenzó a trabajar en la editorial Doubleday. Pocos años después se
convertiría, recorriendo Estados Unidos como columnista y reportero, en
uno de los periodistas más prestigiosos de su época. Su primera novela,
La librería ambulante (Periférica, 2012), fue publicada en 1917; en 1919 apareció su continuación, La librería encantada (Periférica, 2013). En 1939 se hizo mundialmente conocido por su novela Kitty Foyle, trasladada al cine con Ginger Rogers como protagonista.
Inteligente, lúcido y sofisticado, fue un escritor de éxito y al mismo
tiempo un escritor de culto. Se ha dicho de élque su refinamiento era indudablemente británico. Sutil
humorista, dijo de sí mismo que amaba tanto a Shakespeare como al Conan
Doyle de las aventuras de Sherlock Holmes. Sin embargo, sus dos grandes
maestros fueron compatriotas suyos: Walt Whitman y Mark Twain. El eco
de su obra se encuentra en escritores de distintos países y
generaciones: de Kingsley Amis a Tom Wolfe.Después de su muerte, dos periódicos publicaron el último mensaje que había
mandado a sus amigos: “Lee cada día, algo que nadie más esté leyendo. Piensa,
cada día, algo que nadie más esté pensando. Haz, cada día, algo que nadie más
estuviera lo bastante loco para hacer. Es malo para la mente continuamente ser
parte de la unanimidad”.
Y su primera obra destila este amor
por los libros, y de ellos habla. Es un libro divertido, ameno, se lee sin ninguna
dificultad, es simple y llanamente evocador. Por otra parte es un libro
atemporal, al leerlo se puede llegar a pensar que el autor lo ha escrito
recientemente llevado por la moda de los libros que hablan de librerías y
libreras que recobran la identidad y el amor a través de la venta de libros ( véase
La librería de las nuevas oportunidades
de Anjali Barnejee) pero al comprobar que fue publicado en
1917 la lectura toma un aire de autenticidad y el carromato se viste de verdad,
en el sentido de que entiendes a esos granjeros que no tenían la posibilidad de
llegar a la literatura si no era de la mano de este librero ambulante. Los
campesinos pocas veces abandonaban sus tierras para ir a comprar y existían
muchos vendedores que les proporcionaban aquello que necesitaban y nuestro librero ambulante les proporcionaba la cultura.
Si nos fijamos en la historia y en el estilo hay una cita de la
novela que nos apunta lo que la literatura es para el autor:
"Un buen libro debe ser simple. Y como
Eva, debe provenir de algún lugar entre la segunda y la tercera costilla: debe
haber un corazón latiendo en su interior. Una historia que es sólo cerebro no
vale demasiado." [...]
Y como tal hemos de leer la novela, la historia que nos explica es
sencilla: Helen y Andrew McHill
son una pareja de hermanos adultos que viven en una tranquila granja en el
centro de los Estados Unidos. Ella se dedica a sus labores mientras él, recién
famoso por un libro sobre técnicas agrícolas, piensa más en su afición
literaria que en la tierra de cultivo. Un buen día se presenta Roger Mifflin,
un vendedor de libros ambulante que transporta su material y vive en un
carromato a través de los diferentes estados. Cansado este último de viajar, le
ofrece a Helen venderle la carreta con toda la librería dentro. Ella piensa en
adquirirla antes de que la vea su hermano y la compre él, dejándola sola y
abandonada en la granja. Ni corta ni perezosa, toma la resolución en unos
minutos de gastarse todo el dinero ahorrado a lo largo de su vida en la
librería ambulante y emprender una nueva vida. La historia se desarrolla con
algún que otro episodio aventurero, como la pelea con los ladrones …. Y con el transfondo
de la historia romántica entre los protagonista, una historia amorosa sin
grandes aspavientos y con la misma naturalidad, simpleza y sinceridad que nos
transmite toda la novela; los personajes son adultos, Helen tiene 39 años y
hace constantes referencias a sus kilos de más. Ambos protagonistas se dejan llevar por la pasión amorosa de manera
tranquila y rezagada como es el transcurrir del Parnaso.
Si hablamos de los personajes, sobresale Roger Mifflin, el librero que conduce este
carromato, denominadoParnaso, es un personaje
extraordinario. Antiguo profesor rural, ha encontrado la felicidad en esta vida
nómada en la que se dedica a predicar el evangelio de los buenos libros a
gentes necesitadas de conocer nuevas historias que le distraigan de sus
monótonas vidas en granjas y campos aislados. Su profesión tiene algo de médico
de almas y también de charlatán.
Su tarjeta
de presentación no tiene desperdicio:
"PARNASO AMBULANTE DE ROGER MIFFLIN
Sabed, amigos, que tiene mi percherón
Más de mil libros, antiguos y de ocasión.
Del hombre los mejores amigos son.
Los libros que atiborran este gran vagón
Libros para todos los gustos son,
De líricos versos a las Musas,
De buena cocina y agricultura,
Novelas apasionadas de prosa pura.
Cada necesidad tiene su libro justo
Y los nuestros te dejarán a gusto.
Jamás habrá librero que dé alcance
A los finos libros de este paraíso
ambulante."
El charlatán
de carromato subido a su Parnaso Ambulante que, lejos de vender jarabes
milagroso o crecepelos, vende literatura con el esmero de saber elegir el libro
adecuado para el lector adecuado. El amor por los libros, el regusto por los
clásicos y las citas literarias son una constante que procura que olvidemos que
en ese entorno rural difícilmente iban a aparecer lectores. Y lo consigue
sumergiéndonos en una atmósfera placentera. Así nos lo describe Helen:
Chaqueta Norfolk
“…el hombrecillo colorado bajó
del vagón y me miró fijamente. Su rostro era una mezcla cómica de apacible
picardía y algo de cinismo curtido. Tenía una vieja chaqueta Norfolk. La cabeza
totalmente calva…”
Y como contrapunto Helen, una mujer que se
lanza a tomar una decisión que cambiará su vida, casi una historia de segundas
oportunidades, y que lo hace sin pensárselo dos veces. Un cambio total con el
que deja atrás su vida de ama de casa de granja recogiendo huevos. Una mujer
que ve en un pelirrojo con un carromato la oportunidad de escapar y no teme
cogerla cuando se le presenta.
Fragmentos y frases de la obra:
“ Es como llevar el Santo Grial a algunas de estas
remotas granjas” [...]
“Creo que leer un buen libro
te hace modesto. Cuando uno logra ver con lucidez el interior de la naturaleza
humana, cosa que te proporcionan los grandes libros, uno siente la necesidad de
hacerse pequeño. Es como mirar la Osa Mayor en una noche clara o como ver el
amanecer en invierno cuando uno va a recoger los huevos de la mañana. Y
cualquier cosa que te haga sentir pequeño es maravillosamente buena.
— ¿A qué te refieres con un
gran libro? —dijo el profesor, es decir, me imaginé que decía el profesor. Por
un momento era como si estuviera allí junto a mí, con su pipa en la mano y
mirándome con esa expresión enigmática. De algún modo, hablar con el profesor
me había hecho reflexionar. Era tan bueno como uno de esos cursos por
correspondencia de Scranton, creo yo, y encima no había que pagar las
estampillas.
Bueno, le dije, o más bien
me dije a mí misma, vamos a ver: ¿qué es un buen libro? No me estoy refiriendo
a libros como los de Henry James (el gran ídolo de Andrew, aunque a mí
siempre me ha parecido que tenía un aluvión de palabras en la cabeza y nunca se
detenía a elegirlas adecuadamente). Un buen libro debe ser simple. Y como Eva,
debe provenir de algún lugar entre la segunda y la tercera costilla: debe haber
un corazón latiendo en su interior. Una historia que es sólo cerebro no vale
demasiado. O, en todo caso, no pasaría la prueba en una reunión de la sociedad
caritativa Dorcas. Ése es el problema con Henry James. Andrew hablaba tanto de
él que un día llevé uno de sus libros al grupo de costura de Redfield para
leerlo en voz alta. Después de un primer intento tuvimos que volver a Pollyanna,
de Eleanor H. Porter.
No me he pasado quince años
ocupándome de las labores domésticas de la granja sin haber elaborado mis
propias ideas sobre la vida. Y sobre los libros. No enfrentaría mi visión de la
literatura a la suya, profesor (aún seguía hablando con Mifflin en mi mente),
no, ni siquiera a la de Andrew. Pero, como le dije, tengo mis propias ideas. He
aprendido que el trabajo honesto vale tanto en la escritura de libros como a la
hora de lavar platos. Supongo que los libros de Andrew deben de ser buenos
porque, después de todo, trabaja en ellos sin descanso. Puedo perdonarle que
sea un granjero inconstante mientras realice a destajo sus tareas literarias.
Un hombre puede ser un holgazán en todo lo demás mientras haga una sola cosa
con todo el esmero posible. De modo que no importa que yo sea una ignorante en
literatura mientras sea la mejor en la cocina. En eso solía pensar mientras
sacaba brillo, fregaba, limpiaba, desempolvaba y barría, justo antes de ponerme
a preparar la cena. Si alguna vez me sentaba a leer durante diez minutos el
gato iba a comerse las natillas. Ninguna mujer en el campo puede sentarse más
de quince minutos seguidos entre el amanecer y la caída del sol, a menos que
tenga una docena de sirvientes, claro. Y nadie sabe nada sobre literatura a
menos que pase la mayor parte de su vida sentado. Como usted mismo, profesor.” [...]
«¡Dios!»,
dijo, «cuando le vendes un libro a alguien no solamente le estás vendiendo doce
onzas de papel, tinta y pegamento. Le estás vendiendo una vida totalmente
nueva. Amor, amistad y humor y barcos que navegan en la noche. En un libro cabe
todo, el cielo y la tierra, en un libro de verdad, quiero decir. ¡Repámpanos!
Si en lugar de librero fuera panadero, carnicero o vendedor de escobas la gente
correría a su puerta a recibirme, ansiosa por recibir mi mercancía. Y heme
aquí, con mi cargamento de salvaciones eternas. Sí, señora, salvación para sus
pequeñas y atribuladas almas. Y no vea cómo cuesta que lo entiendan. Solo por
eso vale la pena. Estoy haciendo algo que a nadie se le ha ocurrido desde
Nazareth, Maine, hasta Walla Walla, Washington. ¡Es un nuevo campo, pero vaya
si vale la pena! Eso es lo que este país necesita: ¡más libros!» […]
«Amigos míos», dijo el señor Mifflin, «¿recordáis el chiste de Abe
Lincoln sobre un perro? Si llamáis pata a la cola, dijo Abe, ¿cuántas
patas tiene un perro? Cinco, me diréis. No, diría Abe, porque
llamar pata a una cola no hace que la cola se convierta en pata. Pues bien,
muchos de nosotros estamos en la situación de la cola de aquel perro. Que nos
llamen hombres no nos convierte en hombres. Ninguna criatura sobre la faz de la
tierra tiene derecho a creerse un ser humano a menos que esté en posesión de un
buen libro.»
LA LIBRERÍA ENCANTADA:
Autor:MORLEY, CHRISTOPHEREditorial:PERIFÉRICAAño de edición: 2013Género: Literatura contemporáneaISBN: 9788492865703
Los
entrañables Roger y Helen Mifflin han dejado de recorrer los campos y
pueblos con su librería ambulante y se han instalado en pleno Brooklyn,
como siempre soñara Roger. Ambos regentan La Librería Encantada, un
«parnaso en casa» al que acuden, de un lado u otro de Nueva York, todo
tipo de personajes singulares, incluidos jóvenes publicistas,
farmacéuticos alemanes y guapísimas herederas; por no hablar de sus
amigos libreros, que se reúnen allí cada poco para disfrutar la tarta de
chocolate de Helen y los discursos incendiarios, y a la vez llenos de
sensatez, del pequeño gran Roger.
Parece que todo está en calma en esa librería encantadora (nunca mejor
dicho) y en la placentera vida de estos personajes insólitos... pero no
es así: nos encontramos justo al final de la Primera Guerra Mundial, en
medio de una época convulsa, llena de avances técnicos, emociones
contradictorias y mucho suspense. Porque, aunque hace tiempo que
acabaron sus aventuras rurales, nuestros personajes seguirán
protagonizando situaciones tan divertidas como rocambolescas en la gran
ciudad, una ciudad magistralmente dibujada, con ese toque de humor
refinado que ya cautivó a los lectores de La librería ambulante.
En este artículo publicado en el El Paíspodrás descubrir que las librerías ambulantes todavía siguen andando y buscando lectores por esos mundos. Así la furgoneta azul Tell a Story vaga por
Lisboa con su selección de literatura portuguesa:
ElPenguin Book Truck recorre Estados Unidos. Además,
existen un montón de proyectos más personales que podéis encontrar en el artículo.
En Italia existe la Bibliomotocarro. Éste proyecto funciona en la región de Basilicata (sur de Italia, junto a Nápoles) y se trata de un motocarro que lleva unos 700 libros todos los sábados a distintos puntos de la región para que los niños entre ocho y doce años tengan acceso gratuito a la cultura. Podríamos decir que es más que una librería ambulante, una biblioteca ambulante:
En
Perú tenemos la Libromóvil que es un proyecto del escritor Gustavo Rodríguez
apoyado por la editorial Estruendomudo que pretende acercar la literatura a la
gente con libros de calidad y a precios módicos con los que poder hacer frente
a la piratería:
Y el proyecto de vida
de Martín Roberto Murillo Gómez, de La Carreta
Literaria ¡Leamos!, que ha recorrido cinco países.
Y por último, el llamado Burrobiblioteca. Un señor que con su burro lleva la literatura a cualquier rincón de la selva colombiana: lo de este hombre si que es amor a la literatura: