Todos aquellos que disfrutamos con la lectura tenemos una debilidad por el libro como objeto y lo que este representa. Nos encantan como elemtos decorativos y aquí os presento una muestra de lo quer pueden llegar a representar sus páginas.
Se llama Jodi Harvey Brown, es norteamericana, y una gran amante de la
lectura, los libros y las historias que cuentan. A tal grado, que su
fascinación por las páginas la ha llevado a desarrollar una nueva forma
de arte: Esculturas en las páginas de los libros viejos. Ella lo llama “alteraciones de libros” y en ellas tiene la capacidad de entresacar a los personajes de sus páginas.
Os dejo con varios ejemplos y con el enlace de pinterest:
¿Cual es el colmo de un libro? Que en otoño se le caigan las hojas.
¿Por qué se suicidó el libro de matemáticas?
Porque tenía muchos problemas...
Que le dijo un libro a una revista? - ¡Chica que delgada estas! ¿Qué le dijo una impresora a otra? ¿Esa hoja es tuya o es impresión mía? Busco apartamento con balcón. Pregunte por la Srta. Julieta.
“Una mentira, normalmente, sirve
para tapar una verdad, algo quizá vergonzoso, pero real. La suya no tapaba
nada. Bajo el falso doctor Romand no había un verdadero Jean-Claude Romand”
CARRÈRE, Emmanuel
Emmanuel Carrère (París, 9 de diciembre de 1957) es un escritor, guionista y realizador francés,
diplomado por el Instituto de Estudios Políticos de París.
Hijo
de Louis Édouard Carrère y de la sovietóloga de la Academia francesaHélène Carrère d'Encausse, tiene dos
hermanas, Nathalie Carrère y Marina Carrère d'Encausse.
La
mayoría de sus escritos destacan por la mezcla de ficción y no ficción,
normalmente uniendo su propia experiencia con el desarrollo de la historia que
cuenta. En sus obras trata cuestiones sobre la identidad o el desarrollo de la
ilusión. Algunos de sus libros han sido llevados al cine y él mismo dirigió la
adaptación de su novela La Moustache.
Además, fue miembro jurado del jurado
internacional del Festival de Cannes 2010,
del jurado del Cinéfoundation y de la sección de cortos del Festival de Cannes
2012. Años más tarde, en 2015, fue también miembro del jurado del Festival
Internacional de Cine de Venecia de 2015.
Ganador en 2017 del Premio FIL de Literatura en
Lenguas Romances (antiguo Premio Juan Rulfo) que otorga la Feria del Libro de
Guadalajara.
En el acta el jurado ha dicho sobre su obra: "es un escritor que practica la
circulación multimedia, trabajando además en cine y televisión, pero sin
separarse de la gran tradición humanista. Por un lado, es capaz de releer y
comentar la Biblia con la
erudición que exhibe en un libro como El
reino. Y, por otro, es autor de una celebrada biografía de Philip K.
Dick y un apasionado lector de ciencia ficción y de reportajes periodísticos.
Heredero de Montaigne y de Rousseau, lo autobiográfico adquiere en su escritura
una dimensión crítica que le permite pintarse sin concesiones y explorar
arriesgadamente zonas de sombra de la condición contemporánea".
OBRAS DE
Emmanuel Carrère
L'Amie du jaguar, Flammarion, 1983
Bravura (Bravoure, POL, 1984. Prix Passion 1984, Prix de la Vocation 1985. En español, Bravura,
Anagrama, 2016.)
El bigote La Moustache, POL, 1986. En español, El b
Hors d'atteinte, POL, 1988. Prix Kléber Haedens 1988.
Una semana en la nieveLa Classe de neige, POL, 1995. Prix Femina
1995. En español, Una semana en la nieve, Anagrama.
Un relato escalofriante, una
historia real que nos sume en el estupor, que es un viaje al corazón del
horror. El
adversario es una novela que, si no fuera
porque cuenta hechos reales, no valdría ni para guión de película con
aspiraciones a ser tomada mínimamente en serio, porque nadie se creería la
historia de Jean–Claude Romand. Al leer
cada página queda patente el dicho de que la realidad supera la ficción y en
este caso con creces.
Pertenece
a un género en auge, el de novela sin ficción o novela testimonio, en el que se
hace uso de los recursos de la literatura para narrar hechos reales. Un género
híbrido que para muchos nace con Truman
Capote y su A sangre fría, pero que para los más entendidos se origina
con Operación masacre del argentino Rodolfo Walsh.
La novela sin ficción cuenta en su nómina, entre otros, con autores como el
propio Carrère, Delphine de
Vigan, Leila
Guerriero, la Nobel Svetlana
Alexiévich. En España podríamos hablar de firmas como Javier Cercas, Sergio del Molino o,
con su último libro, Miguel
Ángel Hernández. Todos, aunque desde diferentes perspectivas, comparten el
objetivo de hechizarnos con su pluma para –capturada nuestra atención–mostrarnos
que en ocasiones la realidad puede superar a la
ficción.
Aunque como hemos señalad anteriormente el antecedente más citado de El adversario es A sangre fría, de
Truman Capote, novela de no ficción — así la llamaba su autor— sobre el
asesinato de una familia de granjeros en Kansas. Las diferencias son evidentes,
Capote pretendía ser objetivo, como una cámara fría y omnisciente; Carrère
narra en primera persona e implicándose en la historia. Capote pretendía hacer
una crónica periodística en la que nada era inventado, pero fabricaba escenas y
conversaciones: engañaba; Carrère cuenta lo que sabe y cómo lo sabe: el foco es
más limitado —el narrador no lo ve y oye todo—, pero más honesto y
verosímil. Podría argumentarse que el
antecedente de El
adversario es otro,
menos evidente que A sangre fría: El extranjero, de Albert Camus, también la
historia —en este caso ficticia— de un asesinato y una condena. Ambos libros se
parecen por su brevedad. También por los abismos existenciales a los que ambos
relatos arrojan. Y por los protagonistas: Meursault y Romand, dos hombres
solitarios, enigmáticos, arrastrados en su vaivén vital por quién sabe qué
fuerzas. Uno mató porque hacía calor y el sol pegaba fuerte; el otro, porque un
día no se presentó a un examen y esto abrió las compuertas a una catarata de
mentiras que desembocó en una matanza. El
adversario y El
extranjero se parecen incluso en las fuentes de inspiración. La
frase corta y seca de Camus en su novela es la de la novela policiaca
norteamericana de los años treinta; el relato periodístico de Carrère bebe del
periodismo de revistas como The
New Yorker y de Capote. El adversario puede
considerarse El
extranjero de nuestra época, y Romand, el equivalente a Meursault.
El
adversario en
estricto rigor no es una novela, tampoco una crónica ni un ensayo periodístico;
es, más bien, un relato que se queda en el camino intermedio entre una y otra
cosa, tal como en Limónov (publicación cronológicamente
posterior). Desde hace dos décadas, el autor se dedica a escribir lo que él
mismo denomina “un tipo peculiar de libros de no ficción”, donde “lo que hay en
común es que hablan de situaciones y personajes reales. No hay reglas. No
ficcionalizo. Y están escritos en primera persona”. Esa primera persona
establece un tono inconfundible, que oscila entre lo confesional y lo irónico.
También facilita otra de las características de estos libros: el relato de cómo
se construye el artefacto literario.
“Me
gusta la pintura de paisajes, las naturalezas muertas, la pintura no
figurativa, pero por encima de todo me gustan los retratos, y en mi terreno me
considero una especie de retratista”,
escribe Emmanuel Carrère en El
Reino.
La casa de la rue Bellevue, que Romand había incendiado
antes de suicidarse.
Jean-Claude Roman, el protagonista de esta historia, es
un hombre real, un francés que efectivamente existe. Es conocido por un atroz
hecho criminal: en el año 1993 mató a sus dos padres, a sus hijos y a su mujer,
prendió fuego a su casa y luego intentó suicidarse. Peor aún, ni siquiera se
trató de hechos temporalmente sucesivos, sino que se tomó su tiempo entre un
asesinato y otro, se mantuvo por horas viendo televisión en la casa donde
arriba permanecían los cuerpos sin vida de su mujer e hijos, viajó hasta el domicilio
de sus padres para terminar el crimen, volvió y quemó la casa intentado hacer
parecer todo un accidente. Luego de pasar una semana en coma lo negó todo,
trató de inculpar a un desconocido de aquellos crímenes y cuando la
investigación se concentró en él comenzó a cambiar de historias, incluso de
formas ridículas, hasta finalmente confesar su completa culpabilidad.
El matrimonio de los Romand y sus dos hijos unos años antes de que fuesen asesinados por Jean-Claude
Los padres.
Preparando la
reseña he aprendido que lo que hizo Jean Claude se conoce en criminología como
"suicidio extensivo", que significa que el asesino quiere suicidarse
pero mata antes a su familia para que no sufran al saber la verdad.
El hecho criminal no sería particular, desgraciadamente
la crónica negra está cargada de sucesos como este, lo realmente especial de
este caso es que este hombre cometió todos esos crímenes al darse cuenta que su
mentira sería o estaba siendo descubierta, de forma inminente e inevitable
¿cuál mentira? Toda. Toda su vida era una mentira. Su familia (padres, mujer,
hijos), amigos y conocidos pensaban que era un reputado médico que trabajaba
para la OMS dedicado a la investigación, cuando lo cierto es que jamás llegó a
pasar el segundo año de medicina, simplemente porque no se presentó a rendir
los exámenes finales. Tenía un tren de vida —hacia la parte final— más bien suntuoso,
pero no tenía ningún tipo de ingreso fijo. Por el contrario, pasó años y años
de su vida gastando el tiempo, las horas supuestamente laborales, estacionado
en aparcaderos o caminando por algunos senderos de un bosque. Su economía se
sustentaban en fuertes sumas que logró obtener, en diferentes momentos, de su
familia o amigos, bajo promesa de depositarlos a un excelente interés en su
propia cuenta bancaria en Suiza, cosa que también era mentira o, dicho de otro
modo, de sucesivas estafas a personas de su círculo de confianza. Estafas que
podía llevar a cabo con total impunidad porque era una persona que generaba
confianza y nadie podía llegar a pensar que fuera un estafador sin escrúpulos,
capaz de engañar a un tío enfermo vendiéndole a un precio astronómico unas
pastillas que lo curarían, totalmente falso, por cierto.
Sede de la Organización Mundial de la Salud en
Ginebra
Pero no solo
miente en un principio y las mentiras se van entrelazando para mantener su vida
sino que se convierte en un modus operandi, así para ocultar el dolor que le ha
causado la ruptura con su amante, se inventa un accidente de coche, un linfoma
y la muerte por cáncer de un supuesto jefe en la OMS al que estaba muy unido.
El
adversario es un
relato basado en hechos que, a pesar de ser inverosímiles, son reales; pero no
es una crónica desapegada de los hechos, un retrato ad hoc de Romand y un epílogo sobre su
juicio y condena. Es una novela cargada de preguntas, o de invitaciones a
formularnos ciertas preguntas a nosotros mismos. Es un horrendo –en cuanto que
es real– thriller psicológico; es también un retrato psicológico del demente y
asesino Jean–Claude Romand; y, en una lectura más profunda, es un libro que se
plantea reflexiones filosóficas, no siendo la menor de ellas la reflexión sobre
qué es el mal y quién es malvado. No olvidemos el
título: el adversario es Satanás, el
príncipe de la mentira, el gran mentiroso, Carrère reconoce a Romand como el
adversario, el mentiroso por excelencia, porque, en ausencia de la mentira, no
había nada ni nadie. Sencillamente, la mente, la personalidad o el alma de la
persona que es Jean–Claude Romand no se atisba, no existe. Carrère nos
cuenta en su novela que Romand no mentía para protegerse, ni para ocultar algo
que lo pusiera en riesgo; mentía porque sí, porque había sucedido, porque
estaba en su naturaleza. Y, al final, su mentira acabó explotándole a él y a
las personas que lo amaban:
“Una mentira,
normalmente, sirve para tapar una verdad, algo quizá vergonzoso, pero real. La
suya no tapaba nada. Bajo el falso doctor Romand no había un verdadero
Jean-Claude Romand”
Pero quizá una de
las vertientes más interesantes del libro sea el punto de vista que escoge el
autor, desde las primeras líneas queda patente que el autor estará presente en
la obra así:
La mañana del sábado 9 de enero
de 1993, mientras Jean-Claude Romand mataba a su mujer y a sus hijos, yo
asistía con los míos a una reunión pedagógica en la escuela de Gabriel, nuestro
hijo primogénito. Gabriel tenía cinco años, la edad de Antoine Romand. Luego
fuimos a comer con mis padres, y Romand a casa de los suyos, a los que mató
después de la comida. Pasé solo en mi estudio la tarde del sábado y el domingo,
normalmente dedicados a la vida en común, porque estaba terminando un libro en
el que trabajaba desde hacía un año: la biografía del novelista de ciencia
ficción Philip K. Dick. El último capítulo contaba los días que había pasado en
coma antes de morir. Terminé el martes por la tarde y el miércoles por la
mañana leí el primer artículo de Libération dedicado al asunto Romand.
Fotograma de “El adversario”, dirigida por Nicole Garcia
Así no se limita a constatar los hechos, sino que
se inmiscuye en ellos, Carrère se pregunta por qué optó por la vía de la
mentira, por una vía que casi desde el primer momento se revelaba como más
tortuosa y accidentada que la verdad y que acabaría llevándole a matar a toda
su familia 18 años después. Entra en la subjetividad de Jean-Claude Roman,
reconstruye algunos de sus supuestos pensamientos y emociones y desde ahí logra
entrar en el terreno de la ficción.
Carrère decidió indagar sobre la vida del monstruo y
especular sobre cuáles habían sido los motivos que le habían llevado a acabar
con la vida de sus padres, su mujer y sus dos hijos. Una cuestión muy peliaguda
en un mundo dispuesto a encontrar sus demonios, su maldad absoluta, y a volcar
sobre ellos el peso de la justicia, de la venganza, de las frustraciones.
Aunque el autor está presenta en toda la obra no pierde nunca de vista que lo
que importa es el tú, el yo es el vehículo para llegar al otro. No se trata de
proscribir la primera persona, inevitable en la crónica y el ensayo: se trata
de calibrarla.
El adversario ofrece también, a modo de epílogo, el recuento de los
primeros años de encarcelamiento de Romand. Me parece muy interesante esta
parte también, y quizá la más provocadora en términos de reflexión,
concretamente en torno a la posibilidad de redención, al perdón y a la
posibilidad de encontrarse uno a sí mismo y, en fin, alcanzar la salvación
personal. Y, una vez más, la historia de Jean–Claude Romand se nos narra con la
suficiente riqueza de matices para permitir cualquiera de las dos posturas.
Quizá
podríamos señalar que al final la historia nos deja un tanto insatisfechos
porque no llega a responder a ninguna de las preguntas que parecen inevitables:
¿qué lleva a una persona a inventarse una vida y a vivirla durante 18 años? ¿Cómo
se hace para vivir ese día a día, sin pensar que llegará un momento en que sea
imposible seguir manteniendo el teatrillo o, peor todavía, sabiendo que vendrá
el día en que todo se desmorone? El propio Romand en el juicio, cuando se le
haga esa pregunta, responderá: “Me he
hecho esa pregunta todos los días durante veinte años. No tengo respuesta.”
Pero yo creo que en eso estriba también la grandeza del libro, es un libro que
nos habla de la verdad y de la mentira pero que nos plantea que no hay una
verdad absoluta. Aunque tengo que señala que a mí me ha parecido que la
capacidad de mentir es tal en Romand, que en la cárcel no ha hecho más que
construirse otra gran mentira, si antes era el perfecto marido, padre y amigo;
ahora es el perfecto cristiano que se sacrifica rezando a hora intempestivas,
cosa que no deja de inquietarme porque
parece que su salida de la está cercana. Esta reflexión no la hace el mismo
autor sino que la pone en boca de otra preiodista que creo que acierta
bastante:
"Y lo peor, a la inversa, que podría sucederle,
era que unas meapilas como Marie-France le tendiesen en bandeja un nuevo
personaje que interpretar, el de gran pecador que expía sus pecados rezando
rosarios. Para aquel género de cretinos, Martine no hubiese sido hostil al
restablecimiento de la pena capital"
Romand
fue condenado a cadena
perpetua en julio de 1996 y, desde entonces, cumple pena en la cárcel de
Châteauroux. Desde la prisión ha trabajado restaurando las
bandas sonoras de documentales para el Instituto Nacional del Audiovisual. Ya
en 2015 se cumplió su período de seguridad y podía pedir la libertad
condicional, pero no lo hizo. Sin embargo, ahora en 2018 ha solicitado salir del penal.
El
parricida tiene ahora 64 años y los
análisis psiquiátricos han establecido que la liberación del preso no
entraña problemas. El proyecto de reinserción está avanzado y
aseguran que el detenido ha entrado ya en contacto con las personas que le
darán trabajo. Su
solicitud de liberación se examinará el 18 de septiembre y, si
le es concedida, podría abandonar la prisión a finales de mes.
Si
queremos saber la relación del autor con Jean Claude basta leer lo que señala
en la entrevista concedida a la revista digital Nexos el 28 de noviembre de 2017
y titulada “La gangrena de la mentira”:
Nexus: Después
de haber escrito El
adversario, Jean-Claude Romand, el asesino, reaparece en muchos de
sus libros, por ejemplo, en De
vidas ajenas y en El
Reino. Parece ser alguien central en su literatura. ¿Se ha
imaginado usted el momento en el que salga de la cárcel y le devuelva usted sus
archivos, los archivos del caso y del juicio?
EC:
Ha sido
central en mi trabajo. Fue con ese libro que pasé a la no ficción, al uso de la
primera persona: ha sido un paso decisivo para mí. Sí he pensado en el momento
en el que salga de la cárcel. No estoy seguro de que me pida sus archivos, pero
sí sé que debo guardarlos y dejarlos a su disposición. Siendo francamente
honestos, si él me quiere ver pues aquí estaré, pero no seré yo el que lo
espere al salir de prisión. No tengo ninguna relación amistosa con él. Mantenemos
una relación cordial porque pienso haber sido honesto con él. Después del
juicio nos seguimos escribiendo un poco, pero todo se detuvo rápidamente. Es un
hombre por el que no pasa ningún asunto emocional.
Nota editorial: esta
entrevista fue concebida a cuatro manos por Alejandro García Abreu y Álvaro
Ruiz Rodilla. Traducción:
Álvaro Ruiz Rodilla
Ahora
bien, aunque ese homicidio no quede probado, lo demás es cierto: Roland es
también un pequeño estafador y le resulta mucho más difícil confesar esto, que
es sórdido y vergonzoso, que delitos cuya desmesura le confieren una estatura
trágica.
PELÍCULAS:
EL ADVERSARIO Fecha de estreno 21 de
febrero de 2003 (2h 09min)