Periodista y escritora franco-marroquí, Leila
Slimani nació en Rabat, Marruecos, en octubre del año
1981. Se ha consagrado como una de las voces más prometedoras de la literatura
francesa del siglo XXI.
Nacida en una familia
burguesa marcada por su diversidad cultural (cada miembro de la misma
tenía creencias y una religión diferente pero todos se respetaban), su sueño es
que el mundo sea tan tolerante como lo fue su casa, ya que sus padres le dieron
una educación liberal a pesar de estar en un país lleno de restricciones.
Con tan solo 17 años se mudó a
París, donde estudió Ciencias Políticas en el Instituto de Estudios Políticos y
se especializó en el ESCP Europe Business School en la rama de medios de comunicación.
Ha trabajado en revistas francesas como L’Express y Jeune Afrique, hasta que en
2012 dejó el mundo periodístico para dedicarse por completo a la literatura.
En 2014 escribió su primera
novela, Dans
le jardin de l'ogre, que aborda el tema de la adicción sexual
femenina. Con ella consiguió muy buenas críticas, pero no fue hasta que publicó Canción
dulce que alcanzó una fama notable al ganar el Premio
Goncourt 2016.
Libros de Leila Slimani
📕 El país de los otros........................................2021
📕 En el jardín del ogro ....................2019
📕 Sexo y mentiras........................................2018
2018
Título original: Canson
douce
Editorial: Cabaret Voltaire
Año publicación:2017
Traducción por: Malika Embarek López
“Una niñera pasa mucho tiempo en tu misma casa, lo sabe todo sobre tu familia, hasta los detalles más íntimos de tu vida. Y tiene un gran poder sobre ti porque cuida a tus hijos. Y muy a menudo, los patrones adoptan cierta indiferencia hacia ellas. Le pagan, le dan órdenes, pero no quieren saber quién es, cómo es su vida. Esta discrepancia y lo que genera es precisamente lo que quería mostrar”
Canción triste es la segunda novela de la escritora Leila Slimani , fue galardonada con el premio Goncourt de 2016. El principio de la novela es durísimo, la historia empieza con un asesinato, la primera frase es impactante: “El bebé ha muerto”. Y entras de lleno en uno de los temas que más nos pueden llegar a impresionar: violencia, muerte e infancia. Lo que sigue al bebé muerto no es más alentador. El médico asegura que el niño, “al menos”, no sufrió: “Lo tendieron en una funda gris y cerraron el cierre sobre el cuerpo desarticulado que flotaba entre los juguetes”. En cambio, la niña todavía estaba viva cuando llegó la ambulancia, “peleó como una bestia” por sobrevivir, estaba agitada, tenía la garganta llena de sangre, los pulmones perforados, la cabeza golpeada. Un baño y una habitación llenos de sangre, muebles tirados, juguetes desparramados, dos niños acuchillados a la hora del baño, esto es la escena de un crimen.
“A la otra también había que salvarla. Con profesionalismo, con objetividad”. La otra es la asesina, que no es otra, ni más ni menos, que la niñera de los chicos. Quiso suicidarse, se clavó el cuchillo en la garganta. Pero no murió y está internada. De ahí en más, lo que sigue será la reconstrucción no del crimen, sino de la vida de esa niñera y de esa familia. Y la cita es una flecha directa a ese otro inicio, todo un clásico, el de El extranjero, de Albert Camus, otro autor de nacionalidad francesa pero nacido en Argelia: “Hoy ha muerto mamá”. Camus, argelino; Slimani, marroquí. Ambos países del noroeste africano, ambos ex colonias francesas.
La novela empieza por
el final y esto condicionará nuestra lectura, estaremos acechantes ante esa mujer capaz de cometer un crimen tan atroz, queremos descubrir los
indicios de la locura, y somos espectadores de un proceso de degradación
psicológica, contemplamos la caída a los infiernos de un personaje que llegará
a hacer una bestialidad inconcebible, el asesinato de dos criaturas a las que
ha criado y amado. Podemos entender, que no disculpar, en absoluto, a un
personaje como Louise. Para mí esto es una de las grandes logros de
la literatura, la lectura de una novela como esta nos permite conocer el alma
humana, conocer una vertiente de los seres humanos que afortunadamente
no nos encontramos en nuestro camino pero que nos hace pensar que “el infierno
está en los otros” como decía, Jean Paul Sartre, otro autor francés, por
cierto. Y no podemos dejar de pensar lo cercano que puede estar el horror más
absoluto.
Después
de estas primeras páginas impactantes la novela da un salto al pasado y un
narrador omnisciente nos muestra al matrimonio de Paul y Miriam,
ella quien apenas finalizada la carrera de derecho se vio abocada a la
maternidad quiere retomar su actividad
laboral en un estudio de abogados. Para eso necesitan dejar a Mila y Adam, sus hijos pequeños, con
una niñera. Aquí la novela nos presenta un tema fundamental para cualquier
mujer de nuestra época, la tensión entre maternidad y vida laboral ¿Cómo conciliar ambos aspectos? Miriam es una estudiante brillante que decide quedarse al
cuidado de sus hijos pero esto no le llena, se encuentra fracasada y reclama el
volver al trabajo como una forma de volver a su identidad perdida entre
biberones y pañales, pero es ella en todo momento la que renuncia primero a su
profesión y luego es la que sufre múltiples remordimientos por “abandonar” a
sus hijos para trabajar, en ningún momento el padre tiene la misma angustia, él
se marcha a trabajar sin complejos y de hecho se hace hincapié de que es con el sueldo de ella con el que se pagará el de la niñera. Muchas de nosotras, madres
trabajadoras podríamos llenar páginas con nuestras historias y nuestros
remordimientos…
Y se inicia el proceso de selección de la niñera y las páginas se cargan de ironía, se introduce la cuestión racial con una gran sutileza, que la candidata a niñera tenga los papeles en regla, “para el pintor o la empleada de limpieza no importa si no tiene los papeles, pero para la niñera es importante, a ver si tiene miedo de llamar a la policía o de ir al hospital”. Francia, como en nuestro país, recibe muchos inmigrantes que buscan una mejor calidad de vida que en sus países de nacimiento y se insertan en el mercado laboral. Y tanto en Francia como aquí la crianza queda, muchas veces, en manos de mujeres inmigrantes: marfileñas, marroquíes, senegalesas en Francia; paraguayas, peruanas, bolivianas en Catalunya. Que la niñera, en definitiva, no sea ni muy joven, ni muy vieja, que no fume, que no tenga hijos o que esos hijos ya sean grandes y que además vivan en el país, a ver si todavía tiene que viajar lejos. Que no sea “magrebí”, “no quiero que les hable en árabe a los chicos”. Así, en esas frases que se dicen de pasada, como comentarios, construye Slimani los discursos de discriminación ya naturalizados que circulan, en este caso, en una familia burguesa de Francia. Pero además la autora le da una vuelta al tema racial, Miriam es magrebí, aunque está occidentalizada, no habla a los niños en árabe ni lleva velo ni quiere a una canguro árabe porque no quiere que le hable a sus hijos en ese idioma que es el suyo. Y hay un cambio de papeles: empleadora magrebí, cuidadora blanca, al revés de la tendencia dominante, recordemos cuando Miriam va a la agencia para contratar a la canguro y la confunden a ella por la niñera, que nos recuerda a los episodios de discriminación leídos en la novela Americanah de Chimamanda Adichie.
Y
después llega Luisa. Un ángel caído del cielo. La niñera ideal. Los chicos la
aman. El matrimonio también, aparece como un hada madrina, como Mary Popins. ¿Quién no querría tenerla como niñera? Pero acá hay un cliché roto, lo que provoca un respingo en el
lector: Luisa no es inmigrante, es francesa, blanca, de mediana edad, es rubia.
Slimani rompe el lugar común –la niñera no es inmigrante–, a la vez que
confirma el acto de racismo: de las candidatas a niñeras, eligen a la francesa.
Después, la llevan de vacaciones con ellos, a Grecia, porque “después de todo, ¿qué otra cosa tiene para hacer?”. Poco a poco vamos conociendo a Luisa, aunque nosotros ya sabemos lo que es capaz de hacer y nos preguntamos en cada línea cómo es posible que llegara a hacer lo que hizo. Toda la vida de Luisa pasa por cuidar a esos dos chicos. Y va más allá: sin que nadie se lo pida, empieza a limpiar la casa, preparar la comida, hacer las compras, sacar la basura, Esta intromisión acaba siendo tóxica.
A
partir de pequeñas situaciones y gestos, Slimani, construye, con paciencia y
minuciosidad (la ansiedad, como siempre, corre por cuenta del lector), esa
relación de interdependencia entre ambas partes, familia-niñera, que finalmente
acabará en tragedia. “Al principio,
quería escribir sobre la relación que tenemos con una niñera, porque es una
relación de poder muy ambigua entre dos mujeres. Una relación íntima y
profesional, en la que se mezclan el afecto y los celos”, contó la propia
Slimani en una entrevista con Clarín a
fines de 2019.
El título ironiza sobre los estereotipos
relacionados con el cuidado de los niños: la imagen de la portada, la madre o
cuidadora que canta una nana al niño que mece entre los brazos, pero la
historia no es ni canción ni dulce, la realidad no es tan dulce como una nana.
Canción dulce aborda sin miedo la frustración,
la soledad, el resentimiento y la locura. Aunque el estilo es fluido y
elegante, leerla produce angustia y desaliento. Es verdadera literatura, porque
duele y perdura en la memoria como un eco helado y persistente, clamando que el
odio sólo necesita grandes dosis de desamor para florecer y propagarse.
Mediante una
prosa austera, con un estilo aséptico dominado por frases cortas y sin exceso
de descripción, la información se nos da
poco a poco. Slimani construye un drama capaz de entrecortar respiraciones, que
funciona al mismo tiempo de retrato social. La dureza y el realismo con que se
despliegan las acciones permiten ser testigos de una sociedad donde la
felicidad y el desamparo se entrecruzan cada día por las calles, en el
ascensor, en cada vivienda.
Slimani se inspiró en un hecho real para contar esta historia: una niñera dominicana que mató acuchilladas a los dos chicos que cuidaba en una casa de Nueva York, en2012.
📺Página dos: Entrevista a Leila Slimani, habla de su novela Canción dulce.
📌Leila Slimani presenta ‘Canción dulce’ en Fundación Tres Culturas: