“Para el capitalismo la guerra es
un regalo, se sirve de ella antes, durante y después, todavía recuerdo el
efecto que me produjo ver las sonrisas de tiburón de empresarios
estadounidenses que acompañaron al presidente de EE UU en los primeros vuelos a
Irak para firmar los contratos de reconstrucción del país”. Explica a
Efe Pierre Lemaitre en su editorial, Albin Michel.
Autor,
guionista y psicólogo francés, Pierre Lemaitre, nació en Paris el
19 de abril de 1951, es más conocido por su labor literaria, centrada en
el género negro y policial, así como por su trabajo como
guionista para la industria del cine y televisión. Durante años trabajó como
profesor para adultos, concretamente enseñando comunicación, cultura general y
literatura destinada a bibliotecarios. Se casó a la edad de 50 años con Pascaline
y con 60 nació su primer hijo. En 2015 se convirtió en Embajador Secours
populaire.
Su llegada
al mundo de la literatura se produjo de manera tardía, con 56 años, dando sus
primeros pasos dentro del género negro el cual, le había fascinado desde
siempre. En este campo habría que destacar los libros protagonizado por Camille
Verhoeven, su personaje fetiche. Sin embargo, dio el salto a la primera
plana de la literatura en 2013 con Nos vemos allá arriba, obra
alejada del policial y que logró hacerse con el prestigioso PremioGoncourt, convirtiéndose en uno de los best-sellers del año.
A partir
de Nos vemos allá arriba su obra ha sido traducida a más de veinte
idiomas y se ha comenzado a publicar también su obra policial, que hasta el
momento no había dado el salto al mercado en castellano, entre sus obras más
conocidas está; su primera novela Irene (Travail soigné,
2006), que es un homenaje a los autores contemporáneos que admira; Vestido
de novia (Robe de marié, 2009), donde muestra su admiración por Hitchcock;
Camille (2012), Recursos inhumanos (2010)
A lo largo
de su carrera ha recibido premios como el ya mencionado Goncourt,
el CWA International Dagger, el Tulipe, el Le
Point o el Raffaelo Brignetti.
TÍTULO ORIGINAL: Au revoir là-haut
AUTOR: Pierre Lemaitre
ISBN: 978-84-9838-591-5
NÚMERO DE
PÁGINAS: 448
TIPO DE
EDICIÓN: Rústica con
solapas
SELLO EDITORIAL: Narrativa
COLECCIÓN: Narrativa
PVP: 20,00 €
ISBN e-book: 978-84-15630-64-7
PVP e-book: 14,99 €
TRADUCCIÓN: José Antonio Soriano Marco
La novela Nos
vemos allá arriba, se publica en el 2013, año en que se conmemora el
centenario de la Gran Guerra y en torno a ella gira su argumento. Con ella ganó el premio Goncourt 2013. Aunque la
guerra solo aparece en los primeros capítulos, la historia que nos cuenta parte
del conflicto bélico y de sus consecuencias. Se basa en un hecho real, el
llamado “Escándalo de las exhumaciones militares”,
que estalló en 1922, la
mercadería que se produjo con las tumbas y los homenajes a los caídos después
del armisticio. También se hace eco de otras consecuencias de la guerra: la
cantidad de soldados que heridas faciales por el impacto de las esquirlas
metálicas que despedían las bombas al explotar y la dependencia a la morfina de
muchos de los excombatientes.
Leer: Lo que la Primera Guerra Mundial hizo por la cirugía plástica.
Leer: Lo que la Primera Guerra Mundial hizo por la cirugía plástica.
El argumento de la novela se inicia con
mucha fuerza, arranca en las trincheras llenas de sangre y ratas que corren y
cubren los cadáveres abandonados de los héroes de la patria. La imagen es muy
potente, la guerra está acabando y en las mentes de los soldados el final resuena
como la esperanza de aquellos que han visto pasar la muerte a su lado y atisban
el fin del conflicto esperando sobrevivir al infierno. Y en ese final delirante
el autor nos narra el destino de tres soldados: Albert, Edouard y de
Pradelle, cada uno de ellos muy diferentes entre sí, que enlazarán a partir desde ese momento su suerte y que verán su vida totalmente cambiada al fin
de la contienda.
El teniente Pradell atisba una posibilidad
de sacar beneficio personal del momento y lanza a sus soldados a una ofensiva
absurda y catastrófica, el joven Albert descubre las malas intenciones de su
superior y es atacado por él quien lo empuja a un pozo y allí es sepultado por
un obús, Lematrie recrea el momento de claustrofobia y ahogo con gran maestría.
Cuando ya lo creemos muerto es rescatado
por otro soldado, Édouard quien a pesar de estar herido en una pierna, no duda en ayudar a su compañero y en ese
momento es herido por un trozo de metralla que le deformará el rostro,
dejándole un aspecto monstruoso. Albert se siente en deuda con su salvador y a
partir de este momento no se separará de él, ayudándole a cambiar su identidad,
dándolo por muerto, malviviendo en el
París de posguerra y acompañándolo en un absurdo proyecto de monumentos patrióticos
a los caídos idea del desfigurado Édouard.
Mientras tanto Pradell ha seguido su
carrera de ascenso, casándose con una rica heredera, Madeleine, quien es
casualmente la hermana de nuestro hombre sin rostro y se enriquece con el
negocio de enterrar a los soldados caídos en el conflicto, construyendo
cementerios en toda Francia y sin importarle en absoluto donde van a parar ni
de quién son los cadáveres que se entierran…
Un negocio, que enriquece a Pradell y
que está en la base de lo que sería uno de los temas principales de la novela: la guerra como una forma
enriquecimiento personal, Lemaitre
formula una profunda condena moral contra la guerra, no es una novela de
guerra, sino de las consecuencias de la guerra, son pocas las páginas en la que la historia se desarrolla en la
contienda, como he apuntado al inicio de esta reseña. Y en esta critica irónicamente cómo las
autoridades están muy preocupados por el enterramiento de los soldados muertos
mientras abandonan a su suerte a los soldados que han sobrevivido:
...así es como acaba una guerra, mi querido Eugène, con un
inmenso dormitorio lleno de tipos exhaustos a quienes ni siquiera son capaces
de mandar a casa en condiciones. Nadie que te diga una palabra o simplemente te
estreche la mano. Los periódicos nos prometían arcos de triunfo, pero nos
amontonan en barracones abiertos a los cuatro vientos. La "emocionada
gratitud de una Francia reconocida" (te juro que lo he leído, palabra por
palabra, en Le Matin) se ha convertido en continuas pejigueras, nos regatean
los 52 francos del peculio, nos escatiman la ropa, la sopa y el café, nos
llaman ladrones".
Pero también me gustaría apuntar otros temas,
el de la amistad incondicional entre los Albert y Édouard, o el de la relación
paternofilial, me ha gustado cómo poco a poco el padre de Édouard se enfrenta a
la muerte de su hijo y esa le lleva a
entender la naturaleza de este y a comprender que a pesar de todo y por mucho
que le molestara amaba a su hijo por encima de todo.
En cuanto
al género de la obra, a mí me parece en la línea de los folletines
del siglo XIX, me recuerda a Dumas, en El
hombre de la máscara de hierro, a Victor Hugo, con El hombre que ríe a los autores del XIX , pero
con el tono y el ritmo del siglo XXI, así los pobres personajes que malviven en
la triste buhardilla frente al malo, malísimo que triunfa con descaro. Alguien la podía etiquetar como novela histórica,
definición que el propio autor rechaza de plano, y las mismas palabras del
autor nos pueden dar la clave de lo que buscaba con su obra:
“No lo es, es una novela de género picaresco. ¿Y qué es la
picaresca? Pues El lazarillo de Tormes,
que fue mi modelo. La novela picaresca es la novela de la exclusión, es el sálvese
quien pueda, es el relato de unos personajes que han de vivir en un mundo
que no les quiere”.
El estilo para muchos críticos
es populista, llega con facilidad, aunque ciertamente tiene varias
lecturas que lo entroncan con las grandes novelas del XIX, como hemos
señalado, Lematrie es un gran conocedor de los realistas franceses y un
granlector de Proust. Es una novela larga pero que se lee de forma ágil y respecto
al adjetivo populista mejor, de nuevo, dejemos que sea el propio autor quien
responda a esta cuestión:
“ ‘popular’ a veces se traduce por ‘populista’, o sea, una
literatura no muy complicada, no muy rica a nivel de lenguaje para que todo el
mundo la pueda leer, vamos, nivelar la literatura por abajo e imitar a la
televisión. Todo lo que yo detesto. Yo trabajo con la certidumbre de que mi
lector es inteligente. Dicho esto, en cierto modo, sí, me siento un escritor
popular. Para mí, literatura popular es aquella que puede ser leída por la
inmensa mayoría de personas, pero no siempre al mismo nivel. Yo creo que un
crío de 18 años se puede sentir atraído por Nos
vemos allá arriba porque ahí encuentra una aventura. Es lo que llamo
‘pequeños lectores’. En el segundo círculo hay un lector más experimentado, que
quiere algo más, que se interesa por el fondo político y social del relato. Y
en un tercer círculo está el que es capaz de darse cuenta de que de pronto hago
una parodia de Proust, etcétera”.
Sorprendidos por aquel nuevo enfoque, ninguno de los presentes comprendió qué quería decir con eso de los ataúdes más cortos de lo previsto… El carpintero no había contemplado esa posibilidad, tenía que calcular.
– Treinta francos… – declaró con voz inexpresiva.
– Ajá, ajá… – murmuró Pradelle con la boca entreabierta, pensativo.
Todos empezaban a imaginar las consecuencias prácticas: meter a un soldado muerto de un metro sesenta en un ataúd de un metro cincuenta. Según el contramaestre, habría que doblarle la cabeza hasta que la barbilla tocara el pecho. Por su parte, Dupré pensaba más bien en colocar el cuerpo de lado con las piernas un poco dobladas.
[…]
– Dígame, Lavallé, un ataúd de un metro treinta, ¿cuánto vendría a costar?
Quizás lo que yo más
remarcaría del estilo de Nos vemos allá
arriba es la ironía y el humor negro, recursos que nos sirven para
distanciarnos de la realidad tan terrible que nos está contando. He leído
muchas de sus novelas policíacas y sé que puede ser muy tremebundo en sus
descripciones de asesinatos, la primera escena del crimen de Irene es impactante y en estas páginas
deja caer ese gusto por lo macabro:
. Hemos
quedado en que el metro setenta sale a treinta y tres francos – dijo Henri
dirigiéndose a Lavallée -. ¿Y el metro cincuenta?Sorprendidos por aquel nuevo enfoque, ninguno de los presentes comprendió qué quería decir con eso de los ataúdes más cortos de lo previsto… El carpintero no había contemplado esa posibilidad, tenía que calcular.
– Treinta francos… – declaró con voz inexpresiva.
– Ajá, ajá… – murmuró Pradelle con la boca entreabierta, pensativo.
Todos empezaban a imaginar las consecuencias prácticas: meter a un soldado muerto de un metro sesenta en un ataúd de un metro cincuenta. Según el contramaestre, habría que doblarle la cabeza hasta que la barbilla tocara el pecho. Por su parte, Dupré pensaba más bien en colocar el cuerpo de lado con las piernas un poco dobladas.
[…]
– Dígame, Lavallé, un ataúd de un metro treinta, ¿cuánto vendría a costar?
Qué decir
de los personajes, que no hayamos
apuntado, la novela trata sobre dos
antihéroes, dos pícaros, Albert y Édouard, el primero es un simple contable,
pusilánime, con una madre sobreprotectora, pero que me parece el mejor de todos
los protagonista y quien es capaz por su deuda con Édouard de sacar adelante a
su amigo y a su disparatada empresa. El segundo es un niño rico y como tal no
sabe enfrentarse a lo que la guerra le ha hecho, brillante en todos los
aspectos, sociable, provocador con una gran imaginación que se pone de
manifiesto en sus dibujos y en las máscara que creará para esconder su rostro
deformado, pero todo esto se le viene abajo cuando la metralla destroza
su rostro y solo puede encontrar en la morfina
una salida a su dolor no solo físico sino moral, solo le queda la mirada de
aquello que fue. Poco a poco y a partir de la estafa de los monumentos irá
recobrando algo de la vitalidad perdida, para él el fraude no solo es una forma
de enriquecimiento sino una manera de vengarse de lo que le ha ocurrido, al
burlarse de soldado desconocido se está burlando de la idea patriótica de la
guerra que lo ha conducido al estado en el que se encuentra. Él no quiere ni la
redención ni encontrar una salida, la única que le parece más acertada es la
que elige al final de la novela.
El malo del
trío es el teniente Pradelle, es el antagonista, el desencadenante de la historia, el autor no
se anda con subterfugios, desde el principio lo caracteriza como un personaje
odioso, nos dice de él que “Era un hombre impaciente. Era una
mezcla curiosa: con sus aires aristocráticos, parecía sumamente
civilizado y al mismo tiempo absolutamente brutal.” Es un mujeriego,
un aristócrata venido a menos que sueña con recobrar la gloria perdida y para
ello no tiene escrúpulos, para él la guerra es una oportunidad, una forma de enriquecimiento:
“A ochenta francos el muerto y con un precio real de coste de
unos veinticinco, Pradelle esperaba un beneficio neto de dos millones y medio.
Y si además el ministerio hacía algunos encargos bajo cuerda, descontando los
sobornos, se acercaría a los cinco millones. El pelotazo del siglo. Incluso
después de acabada, la guerra ofrece grandes oportunidades para los negocios”.
En resumen, una novela larga pero que
no es difícil de leer, bien narrada, una historia con un principio brillante, con
un narrador cercano y coloquial, en la que destacaría la ironía y los toques
humor negro junto con la mezcla de elementos de géneros tan distintos como la
narración de aventuras, el drama folletinesco, el alegato antibelicista, la
novela picaresca… Tengo que decir que lo que menos me ha gustado de la novela
sería el final, aunque por otro lado
entiendo que es el final que la historia se merece en la línea del folletín
decimonónico del que hemos hablado: la esperanza para el chico bueno, la
redención para el incomprendido y el castigo para el chico malo.
Cómic
y película
Christian
De Metter traslada al cómic la novela de Pierre Lemaitre y también será
llevada al cine, el autor, que también es guionista , ha recibido cuatro
propuestas y ha aceptado una de ellas.
Películas y cómic relacionadas con la temática de la
novela:
Stanley Kubrick: Senderos de gloria:
Jacques Tardi, La puta guerra
Dalton Trumbo en Johnny cogió su fusil
No hay comentarios:
Publicar un comentario