El
destino de los Scorta evoluciona, hasta que un día hacen la siguiente promesa:
“todos hablarán al menos una vez en la vida. A un sobrino o una sobrina. Para
contarle lo que sabía antes de desaparecer. Hablar una vez. Para dar un
consejo, para transmitir lo que sabe. Hablar. Para no ser simples animales que
viven y mueren bajo el silencio del sol.” (p. 124).
Laurent Gaudé
Nacido en París en 1972, Laurent Gaudé comenzó su
andadura como autor analizando los conflictos emocionales más constantes de la
literatura teatral antigua y moderna, siempre con la mirada proyectada en
Grecia y en las culturas del Mediterráneo.
Su pieza teatral más alabada por la crítica, y más
querida por su autor, es Onysos el furioso, que al parecer escribió en diez días. Se trata de una obra
"épica", y en la que vemos a un mendigo clamando en el metro de Nueva
York y desplegando, con su voz de trueno, su delirio (o sus recuerdos
milenarios). Onysos conoció Babilonia, según nos va diciendo, y se considera el
destructor de la ciudad de los jardines colgantes. Nueva York le parece la
nueva Babilonia, pero ya no piensa destruirla: no quiere ver más ciudades
ardiendo. El tono recuerda mucho el de los trágicos griegos, y es arcaizante y
a la vez moderno, si bien su modernidad sólo se observa en la ambientación,
pues se trata de un teatro para ser abiertamente declamado, más que susurrado,
con un ritmo galopante y de versos libres en los que creemos percibir ecos de
Whitman y de su Canto a mí mismo.
Sus otras piezas teatrales participan de la misma idea
del teatro, y muy especialmente El tigre azul del Éufrates, donde vemos a Alejandro Magno monologando el día mismo
de su muerte, y Sodoma la dulce,
donde escuchamos los lamentos de una habitante de Sodoma que recuerda su
"dulce ciudad pérdida" y destruida. La atmósfera y el estilo de estas
piezas teatrales se observan también en los cuatro relatos de En la noche de Mozambique, probablemente
su mejor libro y también el menos pretencioso.
Durante el primer periodo de su vida como escritor, Gaudé
parecía destinado a ser un autor teatral un tanto inactual y desconcertante,
pero en 2002 publicó la novela El legado del rey Tsongor, con la que obtuvo el Premio de los Libreros y el Goncourt
des Lycéens (2002), otorgado por los estudiantes de enseñanza secundaria y
preuniversitaria de Francia. La confirmación como una de las nuevas voces de la literatura francesa le
llegó en 2004 con El sol de los Scorta, que recibió, entre otros, el
premio Goncourt 2004 y el premio Jean Giono. Desde entonces ha publicado Eldorado
(2006), el volumen de relatos Una noche en Mozambique (2007) y La
puerta de los infiernos (2008), todos ellos editados por SALAMANDRA.
Noticias sobre Laurent Gaudé | EL PAÍS
Título original: Le soleil des Scorta
ISBN: 978-84-9838-053-8
Número de páginas: 240
Tipo de edición: Rústica con solapas
Sello editorial: Narrativa
Colección: Narrativa
PVP: 18,00 €
La crítica:
«La volcánica y a la par contenida escritura de Gaudé
celebra bellamente la grandeza de las pequeñas cosas, la alegría
soberana de vivir. Leer esta novela es una fiesta.» Caballo Verde
«Imponente. El sol de los Scorta, de Laurent Gaudé, es la
novela menos “francesa” de los últimos premios Goncourt, por no decir la
mejor. (…) Sin duda una novela excelente e inolvidable, de esas que
hace unas décadas marcaban una época (…) una novela que sólo son capaces
de escribir los que pueden ser grandes.» ABC de las letras
"Con un estilo impecable, una historia original y un lenguaje
moderno, Gaudé nos ofrece una saga familiar para descubrirnos el legado
de sabiduría que el destino, la tierra y los vínculos familiares
transmiten a los hombres." El Cultural
"Una pequeña joya, un tesoro pleno de una belleza que reside en su
intemporalidad y en su capacidad de maravillar, seducir y evocar una y
otra vez imágenes y sentimientos. (…) Un libro que no hay que dejar
perder" El Periódico
Fuente: http://salamandra.info/libro/sol-scorta
La novela que
hemos leído tiene mucho de teatral, parece muy afincada en la oralidad, pero en una oralidad antigua, basada en
una rítmica y en un aliento que, para bien o para mal, ahora resultan
anticuados y no nos conmueven como antes. Su lectura nos evoca las novelas más
"mitológicas" de García Márquez y el mundo agobiante, miserable,
árido e inhabitable de Pedro Páramo y
El llano en llamas de Juan Rulfo,
pero con treinta años de retraso.
La historia se sitúa en Apulia, una región sureña que forma el talón de la “bota” de Italia y es conocida por sus ciudades montañosas encaladas, las tierras de cultivo de siglos de antigüedad y los cientos de kilómetros de costa en el Mediterráneo. La capital, Bari, es una animada ciudad portuaria y universitaria, mientras que Lecce es conocida como la “Florencia del sur” por su arquitectura barroca. En Alberobello y el valle de Itria, se encuentran los “trullos”, chozas de piedra con techos cónicos característicos.
Iglesia San Nicolás de Bari |
Bari |
Lecce
Esta parte de Italia y un pueblo imaginario, Montepuccio; son el escenario dela novela. Un pueblo de una pobreza sobrecogedora, un lugar que está sobre el mar, rodeado de unas cuantas colinas y unos cuantos olivares sobre los que caen, con fuerza implacable, los inmisericordes, pero a la vez nutrientes, rayos del sol.
Y así se inicia la historia:
"El calor del sol parecía hender la tierra. Ni un soplo de brisa
estremecía los olivos. Todo estaba inmóvil. El aroma de las colinas se había
desvanecido y la piedra gemía de calor. El mes de agosto pesaba sobre el macizo
del Gargano con la seguridad de un señor. Parecía imposible que bajo aquel
cielo seco alguna vida animal o vegetal hubiera encontrado algo para
sustentarse. Eran las dos de la tarde, y la tierra estaba condenada a arder.
Un asno avanzaba despacio por un sendero polvoriento. Seguía las curvas del
camino con resignación. Nada podía con su tozudez. Ni el aire que le abrasaba
los pulmones ni las puntiagudas piedras que le destrozaban los cascos.
Avanzaba. Y su jinete semejaba una sombra condenada a un antiguo castigo.
Aturdido por el calor, no se movía. Dejaba a su montura la tarea de conducir a
ambos al final de aquel viaje. El animal cumplía su cometido con una voluntad
sorda que desafiaba al sol. Lentamente, metro a metro, sin fuerzas ya para
avivar el paso, devoraba los kilómetros. Y su amo murmuraba entre dientes
palabras que se evaporaban en el calor:
-Nada me detendrá... El sol ya puede matar todos los lagartos de las
colinas, pero yo resistiré. Llevo demasiado tiempo esperando... La tierra puede
crepitar y mi pelo arder, pero me he puesto en camino y llegaré hasta el
final".
Y con este inicio nos atrapa... ¿quién es este personaje? ¿A dónde se dirige? ¿Qué le hace seguir ese camino a pesar de las circunstancias? Aquí se iniciará la estirpe de los Scorta Mascalzone que empieza en 1875, cuando Luciano Mascalzone vuelve, tras quince años de cárcel, a Montepuccio para cumplir una vieja obsesión sexual, impulsado por un oscuro deseo, aunque sabe que eso le acabará costando la vida frente a las últimas casas del pueblo.
Así se origina el relato mitológico, en el momento de la concepción de los Scorta, pero la fatalidad y el error están en el inicio del linaje. Luciano, preso del odio acumulado durante varios años de condena, el legendario malhechor, regresa al pueblo decidido a tomar por la fuerza a la mujer de sus sueños, pero no advierte –en su afán ciego de venganza– que un error lo lleva a poseer a la hermana y a engendrar con ella a un joven, Rocco Scorta Mascalzone, que cargará con la ignominia y la transmitirá a su estirpe como un gen maldito. A partir de allí se desencadenan, entonces, toda una serie de fatalidades que Gaudé hila con la precisión premonitoria de una pitonisa. Es así como ese hijo “mal parido”, una vez adulto, toma a una mujer muda como esposa y juntos conciben una descendencia de tres hermanos carnales y uno adoptivo quienes deben luchar para sobrevivir frente a un destino que parece poco dispuesto a los cambios.
Para esta familia la salvación, la posibilidad de engañar a la providencia
está en el uso que puedan hacer de la palabra, la palabra como una llave que
destraba obturaciones, que encuentra salidas y genera sentidos nuevos. “Hablar una vez. Para dar un consejo, para
transmitir lo que se sabe. Hablar. Para no ser simples animales que viven y
mueren bajo el silencio del sol”, les pide un día Raffaele Scorta a sus
hermanos, sobrinos e hijos. Y así lo cumplen. Pues solo quienes pueden hacer
uso de la palabra y poseer la gracia de transmitirla lograrán vencer en este
fatídico teatro de marionetas. Lo mismo que hace el autor con su novela, posar
sus sabias palabras sobre las imágenes meticulosamente construidas para, con el
eco de éstas, echar luz sobre la historia.
Historia contada en dos voces, por un lado, el narrador omnisciente que nos presenta a los
personajes y, por otro, la voz de uno de los personajes, Carmela, quien
habiendo dejado poco a poco de hablar, al igual que su madre, relata al párroco
los secretos y las relaciones familiares “para no ser simple animales”.
Cabría señalar la importancia del relato, de la oralidad y la idea de que algo
no existe hasta que es nombrado.
Si
el espacio es importante en la novela y la geografía marcará profundamente el
carácter de los protagonistas: secos, áridos, al igual que la tierra que pisan;
es importante señalar el tratamiento que se hace en la novela del tiempo. La
historia se inicia en 1875 y abarca casi un siglo, en apenas doscientas páginas
se desarrolla toda la saga familiar ¿cómo se hace posible? A partir de la
elipsis, de la eliminación, el relato avanza sin entrar en detalles ni en
descripciones, de un plumazo pasan las guerras mundiales, los nacimientos y las
muertes de los protagonistas, y quizá sea esto lo que se le puede echar en cara
a la novela, la falta de profundizar en
los acontecimientos, hecho que acabará afectando a la presentación de los
personajes. Aunque quizá este elemento sea el que dé a la novela este aire de
que lo importante no es el estudio psicológico ni el desarrollo histórico sino
el devenir de una estirpe que se consolida en ella misma, destacando el papel de la familia como refugio y salvación en un mundo,
el de ese pueblecito italiano, terrible con quien se sale de la tradición. "Tú no eres nada, Elia. Y yo tampoco.
Lo que cuenta es la familia. Sin ella, ahora estarías muerto y el mundo seguiría
girando sin enterarse siquiera de tu desaparición. Nacemos y morimos. Y en el
intervalo sólo cuenta una cosa. Tú y yo, por separado, no somos nada",
dice
Domenico en un momento de la novela.
Al
hablar de los personajes que habitan la obra, cabe señalar, como hemos apuntado,
la falta de profundidad en su
presentación, no son personajes de carne y hueso, parecen más “comparsas”, cada
uno definido solo por un aspecto o por una frase, pero creo que es buscado por
el mismo autor, son personajes teatrales, que le sirven para presentarnos la
idea de que da igual cómo sea cada uno, que lo importante es la vida que fluye
alrededor y que seguirá fluyendo a través de los descendientes. Son seres
marcados por su nacimiento quienes intentarán huir de la maldición a través de
la unión y de los vínculos que establecen. Cabría remarcar la importancia y el
papel de Raffaelo, el hermano adoptado, para huir de ese destino trágico. En este punto tendríamos que matizar el
concepto de familia que se presenta, así como por un lado la estirpe se inicia
estigmatizada por su nacimiento, la familia no es solo de nacimiento, también
se puede elegir tal y como hace Rafaelo, quien es capaz de renunciar al amor
carnal por el amor fraternal, él abandona a los suyos para formar parte de esa
familia que lo ha acogido desde el inicio.
EDIPO y LA ESFINGE |
También
se le podría echar en cara a la novela su falta de realismo o veracidad al presentar algunas situaciones, como la muerte de Rocco, el incendio del
estanco o la muerte de su nieto en el mar. Acontecimientos cargados de
histrionismo, pero creo que el autor en ningún momento se ha planteado el
escribir una novela decimonónica realista, desde las primeras páginas nos
sumerge en un universo más cercano al realismo mágico y a la tragedia griega,
no olvidemos que al igual que Edipo, Rocco a quien quieren matar los del pueblo es
salvado por el cura y llevado a otra familia para que lo críe.
Trabuco |
Rafaelo, es uno de los
personajes más atractivos de la novela y quien hace posible uno de los momentos más
entrañables de la historia, el del festín mediterráneo en el trabuco, con el
aroma del mar y del pescado que nos hace salivar y congraciarnos con nuestra
cultura mediterránea.
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