A continuación los presento los fragmentos iniciales de obras clásicas de la literatura universal:
1- Don Quijote de la Mancha, de Cervantes.
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha
mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga
antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que
carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados,
lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos,
consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo
de velarte, calzas de velludo para las fiestas con sus pantuflos de lo
mismo, los días de entre semana se honraba con su vellori de lo más
fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina
que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así
ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro
hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes,
enjuto de rostro; gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que
tenía el sobrenombre de Quijada o Quesada (que en esto hay alguna
diferencia en los autores que deste caso escriben), aunque por
conjeturas verosímiles se deja entender que se llama Quijana; pero esto
importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga
un punto de la verdad.”
2- Si una noche de invierno un viajero, de Italo Calvino.
“Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Ítalo Calvino, Si
una noche de invierno un viajero. Relájate. Concéntrate. Aleja de ti
cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo
indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la
televisión encendida.”
3- Lolita, de Vladimir Nabokov.
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía.
Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos paladar
abajo hasta apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.
Li. Ta.”
4- Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.
“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre
lo llevó a conocer el hielo.”
5- Yo, Claudio, de Robert Graves.
“Yo, Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico esto-lo-otro-y-lo-de-más-allá…”
6- La regenta, de Leopoldo Alas Clarín.
“La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y
perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr
hacia el Norte.”
7- Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.
“Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de
la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la
incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la
esperanza y el invierno de la desesperación.
8- El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias.
“¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre! Como zumbido de
oídos persistía el rumor de las campanadas a la oración, maldoblestar
de la luz en la sombra, de la sombra en la luz. ¡Alumbra, lumbre de
alumbre, Luzbel de piedralumbre, sobre la podredumbre!”
9- El filo de la navaja, de William Somerset Maugham.
“Nunca he comenzado una novela con tanto recelo. La llamo novela
porque no sé qué otro nombre darle. Su valor anecdótico es escaso y no
acaba ni en muerte ni en boda.
10- Rayuela, de Julio Cortázar.
¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme,
viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas
la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las
formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces
andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro,
inclinada sobre el agua.
11- El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger.
“Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que
querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué
hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David
Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso.”
12- El gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald.
“En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde
entonces, no ha cesado de darme vueltas por la cabeza.”Cada vez que te
sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no
todo el mundo ha tenido tus ventajas…”
13- Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos.
“Sonaba el teléfono y he oído el timbre. He cogido el aparato. No me
he enterado bien. He dejado el teléfono. He dicho: «Amador». Ha venido
con sus gruesos labios y ha cogido el teléfono.”
14- La metamorfosis, de Franz Kafka.
“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño
intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso
insecto.”
15- Conversación en la catedral, de Mario Vargas Llosa.
“Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin
amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de
avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué
momento se había jodido el Perú?”
16- Anna Karenina, de León Tolstoi.
“Las familias felices son todas iguales; las infelices lo son cada una a su manera.”
17- El viejo y el mar, de Ernest Hemingway.
“Era un viejo que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez.
18- Middlesex, de Jeffrey Eugenides.
“Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día sin niebla
tóxica en Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de
urgencias cerca de Petoskey, Michigan, en agosto de 1974”.
19- El túnel, de Ernesto Sabato.
“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María
Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no
se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona.”
20- Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.
“2 de noviembre. He sido cordialmente invitado a formar parte del
realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de
iniciación. Mejor así.
21- El tambor de hojalata, de Günter Grass.
“Lo reconozco: estoy internado en un establecimiento psiquiátrico y
mi enfermero me observa, casi no me quita el ojo de encima; porque en la
puerta hay una mirilla, y el ojo de mi enfermero es de ese color
castaño que a mí, que soy de ojos azules, no es capaz de calarme.”
22- Me llamo Rojo, de Orhan Pamuk.
“Encuentra al hombre que me asesinó y te contaré detalladamente lo que hay en la otra vida.”
23- David Copperfield, de Charles Dickens.
“Si soy yo el héroe de mi propia vida o si otro cualquiera me
reemplazará, lo dirán estas páginas. Para empezar mi historia desde el
principio, diré que nací (según me han dicho y yo lo creo) un viernes a
las doce en punto de la noche. Y, cosa curiosa, el reloj empezó a sonar y
yo a gritar simultáneamente.”
24- El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers.
“En la ciudad había dos mudos, y siempre estaban juntos”
25- 1984, de George Orwell.
“Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece”.
27- Moby Dick, de Herman Melville.
“Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace
exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en
particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un
poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo.”
28- Matadero cinco, de Kurt Vonnegut.
“Todo esto sucedió, más o menos“.
29- El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas.
“El 24 de febrero de 1815, el vigía de Nuestra Señora de la Guarda
dio la señal de que se hallaba a la vista el bergantín El Faraón
procedente de Esmirna, Trieste y Nápoles.”
30- El Siglo de las Luces, de Alejo Carpentier.
“Detrás de él, en acongojado diapasón, volvía el Albacea a su
recuento de responsos, crucero, ofrendas, vestuario, blandones, bayetas y
flores, obituario y réquiem —y había venido éste de gran uniforme, y
había llorado aquél, y había dicho el otro que no éramos nada…”
31- Musashi. La leyenda del samurai, de Eiji Yoshikawa.
“Takezo yacía entre los cadáveres, que se contaban por millares. «El
mundo entero se ha vuelto loco —pensó nebulosamente—. Un hombre podría
compararse a una hoja muerta arrastrada por la brisa otoñal.» Él mismo
parecía uno de aquellos cuerpos sin vida que le rodeaban.”
32- Orgullo y prejuicio, de Jane Austen.
“Es una verdad universalmente aceptada, que todo hombre soltero en
posesión de una buena fortuna, debe estar en búsqueda de esposa.”
33- Crónica de una muerte anunciada, de Gabriel García Marquez.
“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30
de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.”
34- Robinson Crusoe, de Daniel Defoe.
“Nací en el año 1632 en la ciudad de York, de una buena familia,
aunque no del país, pues mi padre era un extranjero, oriundo de Bremen,
que se había radicado inicialmente en Hull. Gracias al comercio, poseía
un considerable patrimonio, y, al abandonar los negocios, vino a vivir a
York, donde casó con mi madre, que pertenecía a una distinguida familia
de la región, de nombre Robinson, razón por la cual yo fui llamado
Robinson Kreutznaer.”
35- El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien.
“Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy
pronto celebraría su cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de
especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en
Hobbiton.”
36- Cuentos de amor, de locura y de muerte, de Horacio Quiroga.
“Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida,
el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia.”
37- Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.
“Se iluminó el disco amarillo. De los coches que se acercaban, dos
aceleraron antes de que se encendiera la señal roja. En el indicador de
paso de peatones apareció la silueta del hombre verde. La gente empezó a
cruzar la calle pisando las franjas blancas pintadas en la capa negra
del asfalto, nada hay que se parezca menos a la cebra, pero así llaman a
este paso.”
38- El principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
“Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva virgen que
se titulaba “Historias vividas”, una magnífica lámina. Representaba una
serpiente boa que se tragaba a una fiera.”
39- El nombre de la rosa, de Eco
“En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era
Dios. Esto era en el principio, en Dios, y el monje fiel debería repetir
cada día con salmodiante humildad ese acontecimiento inmutable cuya
verdad es la única que puede afirmarse con certeza incontrovertible.”
40- El extranjero, de Camus
Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del
asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero
no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.
41- Colmillo Blanco, de London
Aun lado y a otro del helado cauce de erguía un oscuro bosque de
abetos de ceñudo aspecto. Hacía poco que el viento había despojado a los
árboles de la capa de hielo que los cubría y, en medio de la escasa
claridad, que se iba debilitando por momentos, parecían inclinarse unos
hacia otros, negros y siniestros. Reinaba un profundo silencio en toda
la vasta extensión de aquella tierra. Era la desolación misma, sin vida,
sin movimiento, tan solitaria y fría que ni siquiera bastaría decir,
para describirla, que su esencia era la tristeza.
42- El camino, de Delibes
Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así.
43- Asfixia, de Palahniuk
Si vas a leer esto, no te preocupes. Al cabo de un par de páginas ya
no querrás estar aquí. Así que olvídalo. Aléjate. Lárgate mientras sigas
entero. Sálvate. Seguro que hay algo mejor en la televisión. O, ya que
tienes tanto tiempo libre, a lo mejor puedes hacer un cursillo nocturno.
Hazte médico. Puedes hacer algo útil con tu vida. Llévate a ti mismo a
cenar. Tíñete el pelo. No te vas a volver más joven. Al principio lo que
se cuenta aquí te va a cabrear. Luego se volverá cada vez peor.
44- El aleph, de Borges
La candente mañana de febrero en que Beatriz Viterbo murió, después
de una imperiosa agonía que no se rebajó un solo instante ni al
sentimentalismo ni al miedo, noté que las carteleras de fierro de la
Plaza Constitución habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos
rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto
universo ya se apartaba de ella y que ese cambio era el primero de una
serie infinita.
45- El jardín de cemento, de McEwan
Yo no maté a mi padre, pero a veces me he sentido como si hubiera contribuido a ello.
46- La máquina del tiempo, de H. G. Wells
El Viajero a través del Tiempo (pues convendrá llamarle así al hablar
de él) nos exponía una misteriosa cuestión. Sus ojos grises brillaban
lanzando centellas, y su rostro, habitualmente pálido, mostrábase
encendido y animado. El fuego ardía fulgurante y el suave resplandor de
las lámparas incandescentes, en forma de lirios de plata, se prendía en
las burbujas que destellaban y subían dentro de nuestras copas.
47- El mundo de Sofía, de Gaarder
…al fin y al cabo, algo tuvo que surgir en algún momento de donde no había nada de nada…
48- La familia de Pascual Duarte, de Cela
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo.
49- A sangre fría, de Capote
El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del
oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas
llaman “allá”.
50- Fahrehneit 451, de Bradbury
Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los
objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en
sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo
venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos
eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego
y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia.
51- El Hobbit, de Tolkien
En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo,
sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un
agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer:
era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.
52- La Plaça del diamant, de Mercé Rodoreda
La Julieta vino expresamente a la pastelería para decirme que, antes de rifar el ramo, rifarían cafeteras; que ella ya las había visto: preciosas, blancas, con una naranja pin-tada, cortada por la mitad, enseñando los gajos. Yo no tenía ganas de ir a bailar, ni tenía ganas de salir, porque me había pasado el día despachando dulces, y las puntas de los dedos me dolían de tanto apretar cordeles dorados y de tanto hacer nudos y lazadas.
53- El mecanoscrit del segon origen, de Manuel de Pedrolo.
L'Alba, una noia de catorze anys,verge i bruna, tornava de l'hort de casaseva amb un cistellet de figues negres,de coll de dama, quan s'aturà aavergonyir dos nois, que n'apallissavenun altre i el feien caure al toll de laresclosa, i els va dir:—Què us ha fet?
54- Fiebre en las gradas, de Hornby
Me enamoré del fútbol tal como más adelante me iba a enamorar de las
mujeres: de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis
facultades críticas, sin ponerme a pensar en el dolor y en los
sobresaltos que la experiencia traería consigo.
55- La isla del tesoro, de Stevenson
El squire Trelawney, el doctor Livesey y algunos otros caballeros me
han indicado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del
Tesoro, sin omitir detalle, aunque sin mencionar la posición de la isla,
ya que todavía en ella quedan riquezas enterradas; y por ello tomo mi
pluma en este año de gracia de 17… y mi memoria se remonta al tiempo en
que mi padre era dueño de la hostería «Almirante Benbow», y el viejo
curtido navegante, con su rostro cruzado por un sablazo, buscó cobijo
bajo nuestro techo.
56- La Estrella de Ratner, de Don DeLillo
El pequeño Billy Twillig se subió a bordo de un 747 con rumbo a una
tierra lejana. Esto se sabe a ciencia cierta. El hecho de que se subió
al avión. El avión era un Sony 747, etiquetado como tal y programado
para llegar a su punto de destino un número exacto de horas después del
despegue. Todo esto es susceptible de verificación, marcado con
guijarros (khalix, calculus), tan real como el número uno.
57- Jane Eyre de Charlotte Brontë
“Aquel día no hubo manera de dar un paseo. El caso es que por la
mañana anduvimos deambulando una hora entre los pelados arbustos; pero
después de comer -y la señora Reed, cuando no había invitados, comía
pronto- el helado viento invernal había acarreado unas nubes tan
sombrías y una lluvia tan penetrante que volver a a poner el pie fuera
de casa era algo que a nadie se le pasaba por la cabeza. Yo me alegré.”
58- El castillo soñado de Dodie Smith
“Escribo esto sentada en el fregadero de la cocina”
59- El hombre que se enamoró de la luna de Tom Spanbauer.
“Si tu eres el diablo, no soy yo quien cuenta esta historia. Ni soy
Afuera-en-el-Cobertizo. Ése es el nombre que ella me dio sin siquiera
saberlo.”
60- Ulises de James Joyce
Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la
escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y
una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se
ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana.
Elevó el cuenco y entonó: -Introibo ad altare Dei. Se detuvo, escudriñó
la escalera oscura, sinuosa y llamó rudamente: -¡Sube, Kinch! ¡Sube,
desgraciado jesuita!
Fuente: Walter Gonzalves. "Los 80 mejores comienzos de la historia de la literatura". Revista Culturama