jueves, 21 de abril de 2022

DELATORA de Joyce Carol Oates

 



Nació en Lockport, Nueva York, en 1938 en el seno de una familia católica,  también utiliza para escribir los pseudónimos de Rosamond Smith y Lauren KellyJoyce Carol Oates es una mujer menuda y flaca de 84 años que, desde los 24, cuando publicó su primer texto de ficción, no ha dejado de producir al menos dos obras por año. Una cuenta que se queda corta, porque es de 2008, menciona 40 novelas, 20 libros de cuentos, ocho de poesía, siete obras de teatro, seis volúmenes de no ficción y varios textos infantiles. Otro artículo más actual habla de 72 novelas en total.

Es una de las grandes escritoras estadounidenses de todos los tiempos. Sus novelas Agua negra (1992), What I Lived For (1994) y Blonde (2000), y sus colecciones de cuentos La rueda del amor y otras historias (1970) y Mágico, sombrío, impenetrable (2014) fueron finalistas para el Premio Pulitzer. Ha ganado muchos premios por su escritura, incluido el National Book Award, por sus novelas ellos (1969) y Violación: una historia de amor (2013), el Premio O. Henry, el Bram Stoker Award, el PEN/Malamud Award, el Prix Fémina, el Premio BBK Ja! Bilbao, el Premio Jerusalén y el Premio Mundial Cino Del Duca.12 En 2011 recibió la National Humanities Medal, el más alto galardón civil del gobierno estadounidense en el campo de las humanidades, y en 2012, el Premio Stone de la Oregon State University por su carrera literaria. Es candidata habitual al Premio Nobel de Literatura.

En el 2021 ganó  el Premio Pepe Carvalho recibido en el marco del festival BCNegra El jurado, presidido por Carlos Zanón, otorgó  el galardón a la escritora porque representa "lo mejor de la narrativa norteamericana, reconociendo su obra dentro del género negro", también destacó el "personal tratamiento" que Joyce Carol Oates realiza desde diferentes ópticas del fenómeno de la violencia y su trascendencia psicológica y social, subrayando su "personal inmersión" en el género negro para expandirlo y abrirlo al presente, la exposición y la mirada del violento y la víctima.

Oates enseñó en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey) de 1978 a 2014, de la cual es profesora emérita. Es profesora invitada en la Universidad de California, Berkeley, donde enseña ficción corta.

Alfaguara inició en 2008 la publicación de su obra con la magistral novela La hija del sepulturero, a la que siguieron MamáInfiel (recopilación de relatos elegida como uno de los libros más destacados de 2001 según The New York Times); Ave del paraísoMemorias de una viudaUna hermosa doncellaBlonde, su gran novela sobre la vida de Marilyn Monroe que fue finalista del Premio Pulitzer; Hermana mía, mi amor (Grand Prix de l'Héroïne Madame Figaro); Mujer de barroCarthageMágico, sombrío, impenetrableRey de picas. Una novela de suspense (uno de los Mejores Libros del año según El Cultural de El Mundo), y Un libro de mártires americanos.

Los libros de Oates no son complacientes, la violencia impregna toda su obra, según señaló cuando se le concedió el Premio Carvalho de novela negra en el 2021: “el mundo está tan impregnado de misterio y delito que necesita de verdad una literatura que exponga las maquinaciones del mal para que se pueda alcanzar la justicia” y añadió “ separar la violencia de todo tejido de la vida en literatura no es literatura”


Todos los libros de Joyce Carol Oates


Guía de sus adaptaciones cinematográficas en AlohaCriticón


EDITORIAL: ALFAGUARA

ENCUADERNACIÓN:Tapa blanda o Bolsillo

IDIOMA ORIGINAL : Inglés

ISBN: 978-84-204-3950-1

EAN:9788420439501

DIMENSIONES:239 x 155 mm.

Nº PÁGINAS:416

FECHA PUBLICACIÓN : 14-01-2021


Échale un vistazo


"Repudiada 

     Hubo una época en que yo era la favorita de papá, de entre sus siete hijos. 

     Antes de que algo terrible sucediera entre nosotros, algo que todavía estoy tratando de solucionar. 

     Fue en noviembre de 1991. En aquel momento tenía doce años y siete meses. Mi padre me mandó al exilio. ¡Trece años exiliada! Puede que para un adulto no sea mucho tiempo; para una adolescente es toda una vida. 

      ¿Quién es la niñita de papá?"


Delatora está protagonizada por Violet Rue Kerrigan, una joven que recuerda su vida después de que, con doce años, ofreciera su testimonio sobre el asesinato racista de un niño afroamericano por parte de sus hermanos mayores y la apartasen de su familia. En una sucesión de episodios recordados de un modo casi palpable, Violet analiza las circunstancias de su vida como la menor de siete hermanos, una niña en su momento querida, que inadvertidamente «delata» a sus hermanos, dando pie a su arresto, su condena y a su propio distanciamiento.

Esta conmovedora novela dibuja una vida de destierro —destierro respecto a los padres, a los hermanos, a la Iglesia— que obliga a Violet a reconstruir su propia identidad, romper el poderoso embrujo de la familia. Un largo exilio como «delatora» para llegar a una vida transformada.

Oates regresa a sus temas, entra esta vez en un entorno familiar tóxico con un padre con un trabajo obrero, afición desmedida por el alcohol y tendencias brutales. Un hombre que mide bajo el mismo ojo a sus hijos y a sus hijas. Y no es precisamente el ojo de la igualdad. Ellos son brutos y ellas han de ser chicas hermosas y sexys, pero sin pasarse. Ellos son apenas educados más allá de ese trato casi animal. De hecho es fácil que el lector se escandalice ante un primer acto de Lionel y Jerome que apenas es castigado por llamarlo de alguna manera. Y de ahí, al asesinato en una sucesión brutal de imágenes cargadas por el razonamiento inicial de estos dos hermanos mayores de la protagonista.

"Para papá, el mundo estaba inapelablemente dividido: varones y hembras. Y a mis hermanos los quería de una forma diferente a como nos quería a mis hermanas y a mí, con un amor más extremo, más exigente, mezclado con impaciencia, en ocasiones con burla; un amor hiriente.

En mis hermanos se veía a sí mismo y, en consecuencia, encontraba fallos, incluso vergüenza, necesidad de castigarlos. Pero también padecía una ceguera, la imposibilidad de separarse de ellos. A sus hijas, a sus chicas, papá las adoraba. Nadie habría dicho de ningún Kerrigan que adorase a sus hijos.

Y esa violencia impregna el libro que vamos a comentar,a, en algunos momentos la lectura nos paraliza, la carga de violencia e injusticia es tan patente que nos recorre un escalofrío al revivir la historia y la desprotección de la protagonista,  quien tiene a su haber la carga de la triple desventaja: es menor de edad, es mujer y es pobre. Como he señalado no es  un texto agradable, pero narra magistralmente la incomprensión del sistema, el miedo a equivocarse, el cómo los niños no son escuchados, la disyuntiva entre ser fiel a la familia o a la verdad. Violet, la rata, la delatora, es alejada de su familia. Entra en el sistema de protección de niños y jóvenes del Estado, que es incapaz de proteger y menos de reparar el corazón, el cuerpo y la psique de nadie que haya sufrido. No vuelve a ver a su familia hasta 13 años después, al igual que la condena que cumple su hermano Lionel.

Porque ella vive su vida como una condena, ella se culpa de lo que le ha pasado a su familia, de la ruina de sus padres al pagar los múltiples abogados, de la muerte de su hermano Jerr en la prisión… Cree que todo lo que le pasa es un castigo por ser una rata delatora, el título original de la novela es La vida como una rata, así que no se revela ante todos los infortunios que le van pasando: el abuso por parte del profesor de matemáticas filonazi a quien no es capaz de denunciar, ya había creído en el sistema al delatar a sus hermanos y se había sentido totalmente desamparada; el acoso por parte de su tío, la relación tóxica con el tipejo a quien  le limpiaba la casa. Sus vivencias  son sino estaciones de un calvario a lo largo del cual los personajes masculinos, casi sin excepción, actúan como depredadores, agresivos y sibilinos, dominados por un impulso sexual ciego e inmunes a la empatía. Ninguno de los amargos aprendizajes de Violet la blinda ante el pánico de la probable venganza de sus hermanos, como tampoco le atenúa la necesidad irracional de volver al seno familiar, de ser aceptada y absuelta del delito de haber traicionado a los suyos. El castigo por su pecado contra el clan familiar (los Kerrigan) y social (los blancos de South Niagara) es una inacabable expiación. Pero al mismo tiempo es también una vía de descubrimiento: de las desigualdades de género, de la defensiva suspicacia ante los hombres, de la mansedumbre de las mujeres (su madre o su tía), de la lucha por la mera supervivencia o de la solidaridad entre los perdedores y lastimados.

 


Toda una vida de destierro por chivata, viviendo horrorizada imaginando el momento en el que sus hermanos saliesen de la cárcel. Años de espera, con el miedo metido en los huesos, girando la cabeza a cada pisada escuchada detrás. Esperando, siempre esperando a que la venganza tocara su puerta, esperando una llamada de perdón por parte de sus padres, de sus hermanas, esperando para recomponer los cachitos de una vida que quedó resquebrajada.

Cuando estás esperando no eres ni feliz ni desgraciada. Aguardas. De manera solo a medias consciente, di por sentado que continuaría siendo la misma Violet atrofiada y maldita de doce años, aunque el tiempo siguiera extraña, indiferentemente su curso, como si la catástrofe que era mi vida no pesara más que una pluma que ya ha salido volando por los aires.

 Me quiero detener un momento en la familia Kerrigan, una familia que tiene un concepto de mutua lealtad sin importar si esa lealtad está fundada en el temor o en el cariño, resulta clave el hecho de que para los padres de Violet sea más grave la "traición" de la hija menor que el crimen cometido por los hijos mayores. Para ellos hay todo el apoyo al punto de justificar sus acciones y de culpar a otros de sus actos, Violet no tiene este beneficio, es desterrada y exiliada sin miramientos. No existe empatía hacia las víctimas, ni ante la pobre chica violada por la “manada escolar” ni mucho menos ante el joven asesinado. En ningún momento hay una pizca de piedad hacia la familia del chico apaleado, se entroncan en rumores y tópicos en los que los chicos Kerrigan son injustamente ajusticiados por ser “blancos”. La madre de Violet (Lula) es una mujer débil y sin carácter que actúa al compás de lo que dicta su marido y que no se atreve a contradecir lo que dice. Una mujer que no tiene control ni siquiera de su propia vida.

La autora cuenta la historia desde la mirada de la protagonista, esa primera persona que es casi una confesión, un querer narrar todo después de tanto silencio, e introduce también una segunda persona, un diálogo que la Violet de hoy día parece mantener con la Violet de la época. Un diálogo que es una mezcla de acusaciones, justificaciones, advertencias y también interrogantes de por qué no pudo protegerse de tanta violencia. Es una prosa sin florituras que va al grano y al fondo de lo que quiere trasmitir, que no tiene contemplaciones que no busca suavizar lo que dice. Dato relevante es que la autora relata los hechos desde cierta distancia, casi como una crónica, no toma partido y tampoco busca congraciarse con el lector y que este empatice con los personajes, ni siquiera con Violet que parece perpetuarse como víctima y que a duras penas logra levantar la cabeza. Los sentimientos de culpa de la protagonista se reflejan en un estilo de escritura fluido y certero, rico en paréntesis y letras cursivas, en el que se juntan pensamientos, inseguridades, miedos, palabras censuradas, provocaciones, deseos íntimos y molestos. Una historia con bastantes flashbacks que muestra el dolor implacable de Violet, víctima de la sociedad, de su familia y del entorno que frecuenta. La prosa de la autora es apremiante y desgarradora, su forma de narrar no deja escapatoria, sin duda un libro inolvidable desde el punto de vista narrativo.

Una novela que invita a una reflexión profunda, un retrato perfecto de nuestra sociedad donde aún abunda el machismo, el racismo y las desigualdades sociales, el bullying, el abuso y la violencia tanto sexual como moral y física.

Joyce Carol Oates nos obsequia una historia dolorosa de relaciones familiares pero que deja una puerta abierta a la esperanza y a la vida, mostrando cómo, incluso de los abusos y sufrimientos más inadmisibles, puede haber redención. Consigue que al lector se le acelere el pulso y experimente la indignación mayúscula que Violet, abrumada por las circunstancias, no siente. Pero el panorama que dibuja, que incomodará a no pocos lectores, ha debido antojársele demasiado desolador y, aunque Violet no pueda encontrar cobijo en el ámbito familiar, sus hermano Lionel sigue siendo un violento abusador incapaz de repudiar en ningún momento su conducta, puede que encuentre la paz junto a su amigo del instituto y Oates nos da la clave en dónde está la superación de la barbarie:

“Tyrell se ha hecho… y ya no es el tímido alumno aterrorizado por el demonio blanco que es su profesor de matemáticas. Se ha impuesto brillantemente sobre aquel demonio y ha seguido adelante. Su venganza es –un desquite astuto, hábil- lo que Tyrell Jones necesita, EL CONOCIMIENTO ES EL ARMA PERFECTA. Ni las emociones, ni los caprichos del deseo, ni el júbilo extático de la violencia, sino más bien el conocimiento, el saber y el poder del saber”

Estas líneas son un respiro ante la novela que hemos leído y que me ha recordado en muchos momentos  Educación de Tara Westover, en el que al igual que Delatora la familia es un lugar de barbarie en la que un padre salvaje y fanático controla la vida de sus miembros y en el que la única forma de escapar a la barbarie es la educación, el conocimiento.

Carol Oates merece lectura porque, pese a su aparente fragilidad, tiene fuerza para la denuncia y talento para hacerla a través de la literatura con novelas tremebundas, como ésta. También lo hace como ciudadana, donde ha sido una de las opositoras más tenaces y jugadas frente a la brutalidad de “el innombrable”, como llama al ex presidente Donald Trump.

 

Tráiler: Foxfire – Laurent Cantet – Rebeldía Femenina En Los Años 50: trailer.

 Película basada en una novela de Joyce Carol Oates llevada previamente al cine por Annette Haywood-Carter en “Jóvenes Incomprendidas” (1996). Con guión de Robert Campillo (“La Clase”, “Hacia El Sur”) y Laurent Cantet (“La Clase”, “Hacia El Sur”).



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