miércoles, 9 de noviembre de 2016

IRENE NÉMIROVSKY: Suite francesa

Leer a Nemirovwsky es entrar de lleno en el siglo XX, desde  la revolución rusa hasta la Alemania nazi, su biografía y su obra es un legado de esa Europa convulsa de principios del siglo XX.

BIOGRAFÍA:


Irène Némirovsky  era inteligente, políglota y sensible. Nació  en Kiev, en 1903, hija de uno de los banqueros más ricos de Rusia, Léon Némirovsky. Su madre nunca se ocupó de ella y dejó su cuidado en manos de diversas nurses. Hecho que Irène, ya adulta, hará explícito en varias oportunidades el odio que sentía por una madre que no se ocupó de ella. Los veraneos de la pequeña Irène, por ejemplo, veían cómo la madre se instalaba en un gran hotel de la Costa Azul o de Biarritz -de ahí que Irène, además de hablar ruso, inglés, alemán, sueco y francés, también conociese el vasco- mientras la hija y el servicio se alojaban en pensiones modestas. Mientras, papá viajaba, hacía negocios y recorría los casinos de media Europa.
La Revolución soviética de 1917 pilló a los Némirovsky en su residencia de San Petersburgo, durante un año estuvieron escondidos y  disfrazados de humildes campesinos emprendieron el camino del exilio que, en 1919, les llevó a Francia tras pasar meses de espera en Estocolmo.
La jovencísima Irène escribe relatos, cuentos y novelas antes de cumplir los 18, y en ellos ya aparece esa relación ambivalente con el origen judío. En 1926, en uno de los muchos bailes a los que asiste, conoce a Michel Epstein y lo convierte en su marido.
Entre 1929 y el estallido de la II Guerra Mundial Irène publicará nueve novelas, muy a menudo de inspiración familiar. Ahora su modelo literario es Turgueniev, de quien copia la técnica de documentación paralela o previa a la escritura. El 3 de octubre de 1940, el Gobierno fantoche del mariscal Pétain dicta un primer "estatuto del judío" que deja a Michel Epstein sin trabajo y a Irène sin poder publicar, a pesar de que los dos han adoptado el catolicismo bautizándose en febrero de 1939. Entre 1940 y 1942, con la estrella amarilla cosida a sus ropas, Michel e Irène viven en un pueblecito, en Issy-l'Évêque, junto a sus hijas Denise y Elisabeth. El 13
de julio, Irène, que el día 11 había dado por acabada la Suite française y esbozado los dos volúmenes que iban a titularse La bataille y La libération, es detenida por los gendarmes, internada en un campo de concentración francés y enviada luego a la muerte en Alemania. Michel no admite lo que la deportación significa. En el hotel de Issy exige cada día que haya un plato en la mesa que indique que el regreso de Irène es inminente. Desesperado, escribe al mariscal Pétain hablándole de la frágil salud de Irène y proponiéndose para reemplazarla en lo que él imagina un campo de trabajo. En octubre, los gendarmes le detienen a él, que muere en Auschwitz el 6 de noviembre de 1942, menos de tres meses después que su esposa.
Denise y Elisabeth también son perseguidas por los gendarmes, que van a buscarlas a la escuela, pero ahí topan con uno de esos pequeños gestos de heroísmo que impiden las generalizaciones sobre el colaboracionismo y Francia: la maestra esconde a las niñas de 13 y 5 años en un rincón de su alcoba. Tras una serie de arriesgadas peripecias Denise y Elisabeth, siempre con un maletín repleto de los manuscritos de mamá, consiguen llegar a Niza, donde vive su abuela en una gran mansión. No querrá ni tan sólo abrirles la puerta, limitándose a aconsejarlas que, "puesto que vuestros padres han muerto, debéis vivir en un orfanato". En 1989, a la muerte de Fanny, en la caja fuerte de su apartamento parisiense había sólo dos libros -David Golder y Jézabel-, en los que Irène presenta a una madre desalmada.
FUENTE: http://elpais.com/diario/2004/12/05/domingo/1102222356_850215.html
Biografía escrita por su hija Elisabeth Gille
 SU OBRA
La obra de Némirovsky está marcada por los temas de la emigración, el oprobio del dinero y las finanzas, la infancia rusa, el odio a la madre y el judaísmo. Es una obra muy ligada a su biografía, pero que, por la claridad del estilo, la estructura diáfana, clásica de sus narraciones, por su elegancia y frescura, puede ser leída sin tener en cuenta a aquélla.
En 1929  Irène Némirovsky envió al editor Bernard Grasset el manuscrito de su primera novela David Golder. Estaba escrita en francés.
David Golder narra la historia de un banquero ruso-judío que vive en París. Está continuamente sometido a los caprichos de su esposa y de su hija, a quien adora, y por ellas pierde la cabeza y la fortuna. Escrita con un estilo preciso y detenido, la obra no es sino una versión adecuada a las primeras décadas del siglo de La muerte de Iván Illich de León Tolstoi. La enfermedad y la muerte están aliadas frente a la negligencia del protagonista. Némirovsky también sigue la tradición rusa: el dolor existe para recordarnos que vivimos y que lo estamos haciendo mal. Las vanidades pertenecen al mundo de las apariencias; en el mundo real sufrimos y nos estamos muriendo.

Un año después, Irène Némirovsky publicó El baile, novela muy breve en que vuelve sobre el universo de los ricos: el millonario débil, la esposa insaciable, la hija sensible e insastifecha. Instalados en un lujoso piso parisino, los Kampf, Alfred y Rosine, son unos nuevos ricos que tienen todo cuanto puede comprar el dinero, excepto el reconocimiento de las viejas familias de la alta sociedad. Decididos a ganarse el aprecio de los adinerados, deciden preparar un baile para unas doscientas personas de lo más granado del mundo elegante. Pero en la casa, hay una jovencita de 14 años, Antoinette, hija de los Kampf, muy herida porque su madre le prohíbe asistir al baile y porque es sistemáticamente relegada, vejada y excluida por los mayores. Ella trama una terrible venganza que lleva a un final dramático.
Su universo literario eran los ricos, un poco como sucedía con Scott Fitzgerald, y volverá a ellos en Los perros y los lobos. Ada es judía y millonaria y se asombra de la esclavitud de los ghettos. Ella imagina que nunca acabará allí;  sin embargo, está en su destino. Es el mismo destino del que Némirovsky no logrará escapar. Entre las obras póstumas de Irène Némirovsky se cuentan La vida de Chéjov (1946), Les biens de ce monde (1947) y Les feux de l'automne (1948).


La vida de Chéjov es un texto espléndido. Trabajado desde la tercera persona, hace hincapié en sus orígenes (el abuelo era un siervo que compró su rescate y el de sus hijos), la infancia y la vida familiar del autor: la violencia de su padre, un tendero de Taganrog; sus seis hermanos, la austeridad, la carrera de medicina, la disipación de los hermanos. Hasta la muerte de su padre, Antón Chéjov se constituyó en el sostén económico de su familia. A su vez, el libro es un compendio de consejos para escribir.

El ardor de la sangre, es una de las obras inéditas de Irène Némirovsky que su hija Denise publicó muchos años después. Se publicó en francés en 2007. Es una obra maestra que transcurre en una ciudad provinciana francesa a principios de los años treinta. El narrador es Silvio, un hombre de mundo que ha gastado su fortuna y, a los sesenta años, decide volver a su tierra natal. Hay confesiones, secretos desvelados, intriga y un final perturbador. Y sobre todo, un estilo intenso, una maravillosa descripción del ambiente provinciano, lleno de sobreentendidos, sospechas, recelos, silencios…
El vino de la soledad (1935)
Es la novela más autobiográfica de Irène Némirovsky. Fue publicada en 1935. Cuenta la vida de una adinerada familia ruso-judía, los Karol, que se refugia en París cuando estalla la Revolución bolchevique. Es también la historia de la venganza de la joven Elena contra su madre, hermosa y cruel, Bella, una rusa de elevado linaje (de la familia Safronov) obligada a casarse por dinero con el potentado judío Boris Karol, al que desprecia. Bella tiene un amante, Max Safronov, primo suyo y como ella de antiguo linaje, al que Elena volverá loco de amor para cumplir su propósito vindicativo, un tema –la venganza- que la escritora ya había tratado en otra novela suya, El baile, aunque en El vino de la soledad llega a unos niveles magistrales difíciles de igualar.

Obras de Irène Némirovsky en español

Fogatas (El Aleph, Muchnik),
Las moscas del otoño o la mujer de otrora (El Aleph),
Los perros y los lobos (Noguer),
La vida de Chéjov (Noguer),
El ardor de la sangre (Salamandra),
El maestro de almas (Salamandra),
Un niño prodigio (Alfaguara),
El caso Kurílov (Salamandra),
Nieve en otoño (Salamandra).
Jézabel (Salamandra).

Todos los libros del autor Nemirovsky Irene



Título original: Suite française
ISBN: 978-84-7888-982-2
Número de páginas: 480
Tipo de edición: Rústica con solapas
Sello editorial: Salamandra
Colección: Narrativa
PVP: 22,00 €



ISBN e-book: 978-84-15629-40-5
PVP e-book: 9,99 €





Las hijas de Irène guardaron los manuscritos inéditos de su madre durante decenios, entre ellos Suite francesa.
Suite française, hasta donde su autora llegó a completarla, fue escrita en una letra minúscula en un único cuaderno. Tempête y Dolce ocupaban unas 140 hojas, con caracteres minúsculos, que corresponden a las 516 páginas de la edición moderna. El cuaderno con las anotaciones de Nemirovsky fue conservado por su hija mayor, quien sin embargo no lo leyó durante casi cincuenta años, pensando que se trataría de un diario demasiado duro o doloroso para ser leído, y mucho menos publicado.
El descubrimiento de la novela perdido de Irène Némirovsky causó una auténtica conmoción en el mundo editorial francés y europeo. La primera edición francesa de la obra se publicó en la ed. Denoël (París), en 2004.  Esta edición contenía un prefacio de Myriam Anissimov, notas de la propia Némirovsky para la revisión del manuscrito y sobre las siguientes partes de la novela, así como extractos de la correspondencia de la novelista y cartas diversas sobre los intentos de su marido y de los editores por salvarla. etc. 
En otoño de 2004 le fue concedido el premio Renaudot, otorgado por primera vez a un autor fallecido. 
Novela excepcional escrita en condiciones excepcionales, "Suite francesa" retrata una época fundamental de la Europa del siglo XX. Imbuida de un claro componente autobiográfico, se inicia en París los días previos a la invasión alemana, en un clima de incertidumbre e incredulidad. Es probablemente una de las obras literarias más tempranas en retratar la Segunda Guerra Mundial, ya que prácticamente fue redactada durante el mismo periodo que retrata.
Una novela excepcional,  desde todos los puntos desde donde se mire, la novela en sí misma ya tiene un valor literario sin igual, pero todo lo que la acompaña, toda esa historia real que subyace en cada línea es impresionante. Leer cada página y saber de antemano que no estará acabada porque la realidad de la guerra se impone a la ficción, y saber que esos alemanes de los que Irene habla en sus páginas sin rencor e intentando entender su día a día y su desarraigo serán los que la deportarán y la llevarán a las cámaras de gas de ese infierno en la tierra que es Auswith,  es sobrecogedor.
No se puede dejar de pensar en esas niñas judías que tuvieron que huir de la persecución de esos burócratas franceses que las perseguían sin tregua y que llevaban con ella una carpeta marrón donde se encontraba el manuscrito de una novela fantástica…
Tengo que señalar que siempre que termino una novela tengo un sentimiento de pérdida, de despedida de los personajes que me han acompañado y emocionado, por eso me encantan los libros con muchas páginas y quizá mi afición a la novela policíaca se deba a que puedo retomar al personaje principal en otras secuelas. Pero al acabar la lectura  de Suitte francesa la emoción ha sido múltiple,  sentí un escalofrío,  una sensación de pérdida,  de tristeza infinita al pensar que el final de la obra fue  la consecuencia del asesinato de su autora en manos de unos genocidas que usaron unas supuestas ideas para acabar con todo aquel que no eran ni pensaban como ellos, el mismo ideario  que terminó con Lorca o con Miguel Hernández o con muchas criaturas inocentes que padecieron esos momentos históricos o que en nuestros días se ven envueltas en esa vorágine fratricida.
Otra de los hechos  que me han llamado muchísimo la atención  es ver a través de las páginas de la obra, lo alejado que estaban los judíos de la realidad y del peligro que suponía la Alemania nacionalsocialista. Sigue siendo incierta la fecha exacta en que los líderes nazis decidieron llevar a cabo la “SoluciónFinal”, (bonito nombre), el plan de aniquilar los judíos. Casi seis millones de judíos murieron,  dos tercios de los judíos que vivían en Europa en 1939.  Los alemanes intentaron disimular sus intenciones. Trataron de presentar las deportaciones como un "reasentamiento" de la población judía en los campos de trabajo del "Este". En realidad, el "reasentamiento" en el "Este" se convirtió en un eufemismo de transporte a centros de exterminio y aniquilación en masa. Y por eso la lectura de la novela y de las cartas de ella y su marido nos pone de manifiesto lo ciego que estaban de lo que realmente ocurría primero en la Alemania nazi y luego en la ocupación alemana. Es también interesante destacar que Irene fue muy crítica con los judíos y lo que su nivel de vida representaba y que tanto ella como su familia adoptaron la religión cristiana, de hecho se la acusó de ser un típico caso del "judío que odia a los judíos", hecho que ella desmintió, lo cierto es que hubo en ella un malestar y, a ratos, una rabia visceral por no poder llevar una vida normal, por verse siempre catalogada como un ser "otro", debido al antisemitismo, una de las taras más abominables de la civilización occidental. Eso explica, sin duda, que colaborara en revistas como Candide y Gringoire,fanáticamente antisemitas.
Suite française fue escrita "en directo", casi como una crónica de lo que iba ocurriendo, amoldando las minúsculas historias personales de los personajes a la gran Historia. Concebida como una composición en cinco partes —de las cuales la autora sólo alcanzó a escribir dos. La primera parte, titulada Tempête en juin (Tempestad en junio), cuenta el éxodo de los parisienses ante un avance germano que se les antoja incomprensible en su rapidez y eficacia. Némirovsky retrata las mil pequeñas cobardías y miserias de una población errante, más preocupada por comer o dormir que por el destino de la patria. En la segunda parte -bautizada Dolce- se nos propone el retrato de un pueblo ocupado, de la cohabitación entre civiles franceses y soldados alemanes, con una paleta muy amplia de posibilidades entre el odio y el amor.
“Suite Francesa” comienza con sonidos, como su título musical promete; los alemanes bombardean Paris. Siguen las notas de una fuga; la de los personajes que huyen cargando sus más ligeros y sus más onerosos miedos, que se cruzan sin encontrarse, se roban comida y gasolina, se reconocen o se niegan, raudos unas veces y ralentizados y silenciosos otras siguen, buscan, temen, se aman deprisa, se separan: existen concentrados en muy pocos gestos que los distinguen y los animan. Nemirovsky los observa a todos desde la misma distancia, para ello se vale de la descripción de lo cotidiano: Los Michelet madrugan para ordenar un apartamento al que creen que nunca volverán, Charles Langenet sigue obsesionado con sus porcelanas, lo único que la guerra le puede romper, Madam Perícand y su compleja prole olvidan al abuelo, ¡ah! ¡y también esta el gato de los Perícand!, un personaje portador de simbolismos “el gato sostenía con circunspección entre sus puntiagudos dientes un trozo de pescado erizado de espinas: comérselo le daba miedo, pero escupirlo sería una lástima”, un gato que con la libertad recupera el instinto cazador. También hay una bailarina especuladora que estará de por vida agradecida al azar de un bombardeo y un escritor sin recursos para la supervivencia. Todos son gigantes y diminutos, centrales pero prescindibles. Y todos huyen de la ciudad, van al campo.
Llegan a una aldea francesa que será el escenario principal de esta novela y Nemirovsky cuenta el encuentro entre los atribulados parisinos y los aldeanos que los acogen y que siguen su vida apacible; los hombres jóvenes se han ido al frente, pero los que quedan se sientan a la puerta de sus casas al atardecer repitiendo el inmutable orden de lo agrario; conocemos a algunas jóvenes, confundidas y vitales, y algunos viejos que, al abrigo de una sombra, rememoran la guerra anterior.
Pero las peripecias de estos sedentarios campesinos no terminan, cuando sus compatriotas regresan a la ciudad, reciben otra visita, la del enemigo. Las tropas alemanas que ocuparon Paris, de retirada hacia Rusia, hacen una larga escala en la aldea. En cada casa se aloja un alemán y entre los personajes se establecen otra vez gestos y luego lazos que van individualizando a los recién llegados hasta hacer secundarios, difícilmente entendibles, los uniformes, los bandos y las nacionalidades: “y la resonancia de aquellas palabras, de aquellos gestos que demostraban que el alemán no era un monstruo sediento de sangre sino un soldado como los suyos, rompió de golpe el hielo entre el pueblo y el enemigo, entre el campo y el invasor”. En medio de la vorágine la escritora narra, manteniendo el tono y el pulso, sin concesiones melifluas ni dramatismo, la complejidad de un puñado de vidas y situaciones distintas y concretas.

La obra iba a tener cinco partes, pero Irène solo pudo escribir dos partes: “Tempestad en junio” y “Dolce”. Es un fresco de la Francia abúlica, ocupada y vencida, donde muchos antiguos amigos de la escritora, progresistas partidarios de la causa semita, se hicieron colaboracionistas.

LA PELÍCULA:

En el 2014 fue llevada al cine por el director Saul Dibb, en esta producción inglesa se lleva a la gran pantalla la segunda parte de la novela, Dolce.

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